Confidencias a un amigo sacerdote o religioso

¿Fe con sentimiento? y más en Navidad

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística                  

     

No tengo inconveniente en que mi experiencia religiosa disfrute también su parte fuerte de sentimiento o emoción. Ahora en Navidad, es aún más fácil al contemplar a Jesús en Belén. Es más, creo que, con tal de no poner el acento en ello, conviene que la vivencia de fe no sea tan sólo algo seco o racional. Por encima de todo, tú y yo veremos la vida de fe como un don divino, una especie de venida de Dios a nosotros en el tiempo. Esto causa una honda emoción en el alma.

A ver si cada día confiamos más en ese Dios que habla, y lo hace de forma muy distinta a lo que estamos acostumbrados en las relaciones humanas. Tenemos que escuchar su llamada, someternos a Él, unirnos a Él y a su voluntad. Yo creo que en esto se encuentra el mismo meollo de la fe.

Las enseñanzas puramente doctrinales me parece que apenas despiertan la fe: como las películas de cine de motivo religioso. Yo entiendo que la fe es suscitada por la verdad amada, hecha sustancia propia, vivida o al menos con la añoranza de ser vivida. Ha surgido la fe entre aquellos con quienes compartimos nuestra existencia. Y se aumenta en comunión con otros: amigos, miembros de comunidad o de grupo de apostolado. Por eso le doy una importancia enorme a nuestra mutua intercomunicación en la amistad fundada en la fe.

Me alegra admitir a Dios, amar a Dios con toda mi alma. Es que mi pequeñez de persona se llena de valor y de fuerza cuando descansa en Dios, lleno de Poder y de bondad.

Vamos a estar preparados en todo momento para el encuentro con el Dios que llena de alegría nuestra juventud y también, y aún más si cabe, nuestra edad provecta. Esta fusión se puede producir en un momento de oración, de lectura espiritual o en la soledad del campo. ¡Qué buena esa relación entre la fe y el amor! Están intercomunicadas. La una exige a la otra. Esa actitud amante va dilatando en nosotros la mirada de fe. Y a la vez, cuanto más crece la fe, más se siente ese amor afectivo a Dios.

Abramos desde ahora más nuestro corazón al amor. Que no pase ni un día sin que ese caudal de caridad afectivo y efectivo hacia Dios deje de crecer.