Confidencias a un amigo sacerdote o religioso

Cuando se acerca la ancianidad

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Avanza la vida, y ¿verdad que todo lo comenzamos a ver más relativo? ¡Cuántos problemas, muy preocupantes en la juventud, pierden peso e importancia! Observo en bastantes ancianos cómo van tomando conciencia de lo eterno. Se les encuentra dotados de esa rara propiedad al hombre moderno: la paz. Escuchan mejor las voces del más allá y viven su fe con una entrega total. A la vez surge en su imaginación de vez en cuando la tentación de la duda. Por otra parte, por nada del mundo abandonarían su fe.

He visto ancianos suaves; no se irritan ante la carga de su existencia pesada. La ancianidad bien llevada es un signo de la gracia de Dios en quien durante la vida ha trabajado en su formación espiritual.

¿No sueles observarlo? El hombre de edad provecta sabe callar. Incluso apenas desahoga su corazón ante los sinsabores de la existencia, ni los achaques que ya hace tiempo aparecieron. Algo tendrá el silencio en el sufrimiento cuando los santos, todos, procuraban no quejarse, incluso en la vejez tan llena de molestias. No dejaban de comentar sus males en el tiempo oportuno. Sería anormal lo contrario. Pero no estaban siempre con el sonsonete y la música de sus quebrantos.

Quejarse alivia algo; pero sólo aparentemente. Comparo yo el lamento con el tabaco. Esta droga proporciona poco o ningún placer; más bien todo lo contrario. Pero es una especie de hábito mal adquirido: lo mismo, la queja reiterada.

Los santos han sido personas de mucho aguante. Soportaban el dolor por virtud y por no quebrantar la paz del prójimo. No es fácil ser sufrido, pero sí es muy virtuoso.

En la edad madura se aprende los beneficios del trabajo manual. A veces lo he mirado como una especie de pérdida de tiempo. Pero mi criterio se ha modificado desde que he leído la biografía de Carlos de Foucauld. ¡De qué modo tan distinto lo miraba él! ¡Cuántas ventajas tiene! Al fin y al cabo Jesús durante la mayor parte de su vida se dedicó del todo al trabajo manual. Por eso debo cambiar de mentalidad. Además, mientras se opera con las manos, resulta más fácil mantener el contacto con Dios. La persona que ha llegado a la jubilación ha de programar su vida con unas horas diarias de actividad física.

Para mí, acostumbrado al trabajo intelectual, posee el físico la ventaja de la mortificación y sobre todo de la imitación de Jesucristo. El dedicó casi toda su juventud al trabajo manual