Minimalismo

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Saliendo del estrecho baño del avión 764 de Alitalia, un joven asiático empujó a la azafata que pasaba en ese momento con dos bandejas de comida, una en cada mano. La comida saltó por los aires y la alfombra quedó pringada de ensalada y crema. El tipo brincó aquel reguero e impávido regresó a su asiento sin disculparse siquiera ni hacer el menor intento de limpiar. Cuando llegó a su puesto celebró con los amigos con desvergonzada sonrisa. A los poco minutos a una señora se le cayó sólo el plato de pasta y con disimulo lo empujó con el pie por debajo del asiento. ¡Estaba embarrando los canelones y los ravioli en el piso! El vuelo concluyó con otro pasajero que intentó pasar al baño cinco o seis segundo antes del aterrizaje. El sobrecargo, genuino italiano, le puso una soberana regañina que fue contestada por el infractor invocando el sacro santo derecho de haber pagado por el servicio.

En los restaurantes, en los centros comerciales, en los colegios se van multiplicando escenas como estas exentas de urbanidad, respeto, educación y cortesía. Comportamientos minimalistas que pugnan por un civismo que parece anticuado y obsoleto.