Aclaración

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Muchas veces concebimos la oración como la voz interior del corazón que clama al cielo, y prueba de ello son las imágenes tan humanas que utilizan, por ejemplo, los salmos: “Inclina, Dios mío, el oído, escúchame”. Se trata de algo tan íntimo que corre el peligro de perder su dimensión comunitaria, que considero de suma importancia. Por esta razón hoy les comparto este soneto del maestro Henry Kronfle donde nos ilustra en el valor que tienen los gestos y las palabras en la piedad.  

Era un joven de un alma trasparente / el que ingresaba al templo, poco a poco; /

mirando al Cristo, de un altar barroco, / cuando le manda un beso, de repente. 

Y su diestra, en un saludo reverente, / a otros gestos se unía. –“¿Será un loco?”

-“Yo no sé”- “¿Y usted sabe?” –“Yo tampoco”. / Y murmuraba así toda la gente. 

-“No es nada extraño y menos una falta, /de este joven, sus gestos tan sinceros”. /

Aclara el capellán con honda fe. 

Y añade: “Si rezamos en voz alta, / sepamos, como fieles verdaderos, /que así como nos oye, Dios nos ve.” 

San Agustín decía que quien canta, ora dos veces. Me parece que la mejor oración es la que recitamos con nuestras buenas acciones, pues así como nos oye, Dios nos ve.