Abolir el celibato sacerdotal

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Los sacerdotes somos como los aviones, nos convertimos en noticia internacional cuando alguno cae, pero se olvidan de los miles que se encuentran ofreciendo su humilde y eficaz servicio cada día. Desde que se apropió de los noticieros el caso del padre Alberto Cutié, se han emitido innumerables opiniones, casi todas orientadas a que los sacerdotes nos veamos liberados del celibato. Incluso algunos medios han recurrido a ex – sacerdotes casados para reforzar su parecer. ¡Eso no se vale! Los que opinan son precisamente los que no son célibes. ¿Por qué no escuchan a los sacerdotes que vivimos felizmente nuestra condición de almas consagradas y que de ningún modo compartimos nada de lo que se escucha? La vocación sacerdotal es un don y un misterio, como decía el Papa Juan Pablo II. Es misterio porque nos trasciende y es un don porque nace en el corazón de los llamados a entregar nuestra vida en su totalidad por amor a Dios sirviendo a los más necesitados con un corazón indiviso. La felicidad que experimentamos es inmensa, porque recibimos muestras de afecto y gratitud de muchas personas, no de una, sino de cientos. También recibimos el consuelo y la gratitud de Dios quien hace plena nuestra entrega dándonos el ciento por uno en esta vida y luego la Vida Eterna.