Bella por ambas caras

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

No es malo tener buen gusto. Que la gente se arregle antes de las fiestas, que gaste unos centavos en un buen traje o vestido, que las mujeres vayan al estilista de su agrado… Hay ocasiones que lo merecen.

Pero el buen gusto no se limita al adorno del cuerpo, comprende también la elegancia del alma. Pues, así como no es un pecado engalanarte para la boda de tu hermano, tampoco es un derroche dedicar unos minutos para la limpieza de tu alma. Ahora que se acerca la semana santa, es una ocasión más que justificada para que los cristianos nos sometamos a la “otra estética”: la confesión. Hay que revestir el alma con las sedas de la gracia por medio de este sacramento.

Además, no es tan difícil. Hay sacerdotes diversos como distintos son los estilistas, los hay para todos los gustos. Puedes acudir a tu parroquia más cercana o al sacerdote que más confianza te inspire. Y encima, ¡es gratis! Alguien ya ha pagado por ti y te ha dejado crédito ilimitado. O ¿puede haber algún pecado que sea mayor que la sangre derramada por Cristo? El único pecado que no se te puede perdonar es aquel del que no quieres pedir perdón. No te prives del toque de la gracia.