La aldea global

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Hemos asistido con cierta nostalgia a la clausura de los juegos Olímpicos de Pekin. ¿Qué nos dejaron las Olimpiadas? Más que nuevos récords en natación y en atletismo, la magna lección es que sí existen elementos en los que todas las naciones pueden converger en un clima de amistad y armonía, por encima de nacionalismos, ideologías, razas o culturas. Este fenómeno de sana competición que ofrecen los juegos no se percibe igual en otros torneos deportivos, como por ejemplo, el mundial de fútbol donde el antagonismo es muy fuerte. ¿Por qué las Olimpiadas se viven en un clima tan diferente? Tal vez subyace un eco lejano del sentido de humanidad del cual participamos todos; tal vez conservan aún el clima de honor y de gloria que los griegos supieron imprimir a estas justas desde su fundación; tal vez se trata de un grito silencioso, de un suspiro disimulado, de un mensaje tácito de paz que todo el mundo añora; tal vez se trate de llevar algo de consuelo a tantos pueblos azotados por la guerra. En esta aldea global hay que seguir buscando estos escenarios que hacen más amena la coexistencia.