Venimos a adorarle

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

El primer baño de gentes del Papa Benedicto XVI resultó todo un éxito y los miles de jóvenes que se pusieron en marcha, como los reyes magos, para encontrarse con Cristo en este año de la Eucaristía, regresaron a casa felices y satisfechos. ¿Cómo se explica un fenómeno de este tipo en donde un millón de jóvenes, procedentes de todo el mundo se reúnen para un encuentro religioso? Allí no había heavy metal, drogas o alcohol. Allí reinaba un ambiente de hermandad, alegría, cordialidad y muchos cantos. Fue un nuevo Pentecostés porque la sonrisa suplía al idioma. Resultaba tan fácil comunicarse con cualquier joven aunque no hablaras su lengua. Todos te brindaban un rostro amistoso y te compartían de su agua, de su sombra, de su comida. Quien leyendo estas líneas haya participado en algún encuentro de jóvenes con el Papa asentirá con emoción lo que digo. Pero volviendo a la pregunta, pienso que estos eventos que comienzan a compararse con las Olimpiadas o los campeonatos mundiales de fútbol nos enseñan que existen valores trascendentes que superar las fronteras de las nacionalidades, el idioma o la propia historia. Es posible la paz si se coloca el amor de Dios como principio fundamental en el corazón de los hombres.