Por solo 95 dólares

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Corría el siglo XIX, y la Marina Real inglesa surcaba los mares en busca de barcos atestados de esclavos. Había que acabar con tanta atrocidad. El tráfico de esclavos era sumamente lucrativo. Las plazas hervían ante las nuevas ofertas. Los subastadores gritaban: Un negro joven, trabajador, recién traído de África Occidental por solo 95 dólares, señores, ¿quién da más? ¡Adjudicado! Se oían por doquier los latigazos o el último grito de los esclavos vendidos.
Y ¿a qué viene ahora el tema de la esclavitud? – te preguntarás-. ¿Crees que es un problema del pasado? Yo no lo diría con tanta seguridad y tan rápido. Sólo tienes que salir a la calle y te saltarán a la vista las huellas de la esclavitud. Si paseas por un parque, como el famoso parque “Platzspits” de Zurich o por ciertos lugares recónditos o aislados, no tardarás en pisar jeringas con alguna gota de sangre aún. Los esclavos de hoy, ya no llevan cadenas, ni grilletes, ni las espaldas cubiertas de latigazos. Ahora llevan los rostros angustiados, fríos, deformados. Los brazos tatuados de tantos pinchazos. Una mirada perdida y cabizbaja. Aunque no veas sus cadenas, ahí están, son los drogadictos, los nuevos esclavos.