Pocos se atreven

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

La semana santa la ocupan algunos para ir a la playa, otros prefieren quedarse en casa para vivir con fervor el triduo sacro y otros optamos por irnos de misiones, cosa que pocos se atreven. Este año atendimos una zona extremadamente pobre y desamparada en todos los órdenes, material como espiritual. Una zona perdida en las montañas carente de educación, salubridad o cualquier tipo de servicios. Me partió el alma ver a varios niños plagados de sarna, ancianos desnutridos y pegados literalmente a sus propios huesos. Pero nada me impactó tanto como el encuentro con una frágil señora que apenas lograba cubrirse con una franela. Era madre de ocho chicos y se veía hundida en la más profunda desgracia. –¿Jesús sigue haciendo milagros?- me preguntó. Y en un arrebato de emoción me confesó que el más pequeño de sus hijitos estuvo convulsionando entre sus brazos y estando al borde de la muerte, ella cerró los ojos y comenzó a orar a Dios como nunca antes lo había hecho. Milagrosamente, el niño se salvó sin intervención de ningún tipo. Efectivamente, Jesús sigue obrando milagros en aquellos lugares donde es la única esperanza, donde ocupa el primer lugar de una extensa lista de remedios, donde la fe del creyente le obliga a realizar lo que solo Dios es capaz de hacer.