No abras la puerta

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Cuando un hombre y una mujer se casan prometen fidelidad hasta la muerte. El "hasta la muerte" no hay que entenderlo sólo en sentido literal, como si uno dejase de ser fiel cuando el otro haya muerto. Se trata de algo mucho más profundo: hasta el sacrificio, hasta la renuncia total...
Por desgracia, siempre han existido infidelidades. Y son dramáticas cuando se deja el hogar y se abandona a la otra parte, tal vez incluso con niños pequeños. Es duro, de la noche a la mañana, descubrir que el esposo se fue. Quizás con otra, quizás lejos, quizás sin una nota de despedida. Duele el ver que alguien que un día prometió amor fiel y eterno, "en la salud y en la enfermedad", rompa de la noche a la mañana con todo y se marche a buscar nuevos amores y aventuras. Duele el ver que la vida cambia, de repente, por la fuga de quien era parte del calor de la familia. Duele el ver que los hijos no comprenden, no aceptan, no se resignan a que papá (o mamá) se haya ido lejos, sin despedirse, sin explicar una huida que tiene muy poco de comprensible o de justificable. Hay infidelidades que pueden destruir una vida. Y hay fidelidades que pueden hacer renacer la esperanza. Por favor, no abras la puerta.