Mis cadenas me hacen libre

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Uno de los valores más preciados en nuestros días es sin lugar a dudas el de la libertad. Sin embargo, se habla tanto de ella que parece ser todavía un deseo insatisfecho. Buscamos ser libres porque entendemos que no existe felicidad sin amor, ni amor sin libertad. Lo malo es que una gran mayoría concibe la libertad como la capacidad de elegir lo que yo creo bueno para mí y se nos olvida que hay muchísimos elementos en nuestra vida que no puedo elegir, sino sólo aceptar. El que se rebela ante lo que no puede cambiar se pierde, pero quien acepta aquello que no ha elegido, se libera. Pongamos algunos ejemplos. No hemos elegido a nuestros padres, ni a nuestra nación, ni siquiera nuestras propias cualidades. Somos felices en la medida en que los aceptamos. No elegimos las contrariedades, ni los problemas, ni las adversidades, ni las enfermedades. Pero en la medida en que las acepto, en esa medida aprendo a ser libre, a pesar de lo negativas que puedan resultarnos. El sufrimiento que más nos daña es aquél que no se acepta. De hecho, cuanto más mayores vamos siendo, menos opciones vamos tomando en la vida.