La belleza que salva

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

En casa de una señora que tiene dos gemelas preciosas, la mamá les obsequió un vestido a cada una. Uno era de color amarillo, francamente feo, y el otro era de color rosita con encajes y holanes, muy coqueto. Una de las hermanas reaccionó pronto y eligió el amarillo. La otra satisfecha se quedó con el rosa. Cuando todo hubo pasado, le pregunté a la primera por qué había elegido el amarillo, si se trataba de un vestido medio feo. Y la niña me contestó: “Para que mi hermana que se quede con el bonito”. ¡Cuánta generosidad y cuánto amor! La belleza es la manifestación del bien. La belleza es donación total, pues no se es bello para sí mismo, sino para el otro. Lo malo siempre es feo, vergonzoso y triste. Puede haber mucho dolor, pero si hay amor, siempre habrá esperanza. Qué bella es la madre que pasa la noche en vela cuidando al hijo enfermo; el padre que se sobrepone al cansancio del trabajo para jugar con sus hijos; el niño que regala sus dulces al huérfano; el alma que perdona el olvido por parte de los que deberían amarle. La vida del alma minuto a minuto es siempre bella, preciosa y emocionante, cualquiera que sea la condición del cuerpo para aquello que aman.