Exclusivo para una madre

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Un compañero de seminario oriundo de un sencillo y pintoresco pueblo de México, me contaba lo santa que era su mamá. Mujer sin muchos estudios, rica de hijos y atenta siempre al decoro del hogar. A una de sus hermanas Dios la llamó al convento carmelita a los 19 años, y al año siguiente, lo llamó a él al seminario con tan sólo 13 años. ¡Quién se iba a imaginar que la monjita viviría tan solo 3 años como religiosa! La madre, mujer de profunda fe, pero al fin y al cabo madre, y por ser madre, sabia, cuando conoció la muerte de la hija, le escribió una carta al seminarista con estas palabras: hijo, todos estamos bien en casa, la única que ha enfermando es tu hermana Anita. A los diez días le volvió a escribir una segunda carta: Alfredo, reza mucho por tu hermanita porque sigue grave. Los médicos no logran aliviarla. Y transcurrida una semana le volvió a escribir: Querido hijo, hoy tu hermanita Ana se nos voló al cielo. Ahora ya podemos encomendarnos a ella porque está con Papá Dios. Mientras me contaba esto, trataba de imaginar ¡cuánto dolor y amor pondría esa madre en cada carta! Todo para preparar a su hijo. Por mi mente jamás pasaría una idea así, ¡Claro! Porque esto sólo lo puede entender una madre.