El posadero de belén

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

¡He!, Tú, ¡posadero!
¿No habrá una habitación para esta noche?
- Ninguna cama libre. Todo lleno.
Y Dios pasó de largo, qué pena posadero.

Todo hubiera sido de otro modo:
las estrellas columpiándose por tus aleros;
los ángeles cantando en tus balcones;
los Reyes magos perfumando tu patio con incienso,
y en tu fonda, el divino alumbramiento.
Pero: “No queda sitio, ni una cama; lo tengo todo lleno”.
Y Dios pasó de largo, ¡Qué pena, posadero!

Hubieras liquidado, por cierre, tu negocio.
No hay sitio para huéspedes, cuando Dios está dentro.
Dios va ocupando habitación tras habitación,
hasta invadir el corazón entero.
Cerrarías la fonda, pues Dios te reclamaba
toda tu casa para el Evangelio.
Pero: “No queda sitio, ni una cama; lo tengo todo lleno”.
Y Dios pasó de largo, ¡Qué pena, posadero!

El Evangelio empieza ante la puerta
de una fonda en Belén. Y un posadero.
Y el Evangelio sigue reclamando hospedaje:
- “Sólo para esta noche”.
- “No hay sitio: todo lleno”
¿Será mía la fonda? ¿seré yo el posadero?
La mano que llamaba a mi puerta, ¿no sería la estrella
de Belén con aserrín de carpintero?
Si ya no tengo sitio. Y si está todo lleno.
Si Dios pasó de largo ¡Qué pena posadero!