El buey mudo

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Soplaban los vientos del emperador Barbarroja por los dominios del Conde Landolfo. Doña Teodora, la joven esposa, estaba a punto de dar a luz. Fuera el viento azotaba despiadadamente las almenas. Dentro, en una estancia de un novelesco castillo medieval –de esos legendarios repletos de escudos y torreones, fosas, dragones y princesas-, los chasquidos de una hoguera calienta las vidas de los nobles. 1225 ¡Les ha nacido un vástago! Así transcurren los primeros años de la infancia del pequeño Tomás y para ser educado lo llevan a Nápoles, al monasterio de Cassino. Educado entre los monjes, decide hacerse monje. ¡No! ¡Imposible! Sus hermanos se oponen rotundamente. Sobre las almenas del castillo no pueden ondear los harapos de un fraile mendicante. Tomás calla. Es el silencio contemplativo del “buey mudo, cuyo mugido estremecerá el mundo”, como dirá san Alberto Magno, su maestro.
Moraleja para los que leen poco. Tomás de Aquino pudo conquistar el mando de una abadía o la espada de un reino. Sin embargo Tomás desubrió otra estrella fulgurante: el estudio. En la vida hay cosas más nobles que el dinero y el poder, la fama. La pasión por la verdad que se oculta en lo más ordinario de cada día: en el estudio.












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