Cultura de la muerte

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

“Señor director: fui abortista, me quedé a medio camino, ni llegué a ser esposa, ni llegué a ser madre. Me siento avergonzada, bastante mal, he sido cobarde, me han engañado y he caído. Hay momentos en los que creo enloquecer. Les cuento lo que nos pasa a las que hemos caído en esto por egoísmo, miedo, ignorancia o idiotez. La de cometer el mayor asesinato que un ser humano puede ser capaz de hacer a una criatura en formación que no puede defenderse y sin hacernos ningún daño, lo matamos. ¡Qué vergüenza siento! El derecho más hermoso que la naturaleza concede a las mujeres es el de llegar a dar la vida, el sentir las caricias de un pequeño, sus risas, sus juegos, sus primeros pasos. Muchas veces he visto a niñitos jugando en la calle y he pensado…. Quizá mi hijo sería así, si le hubiera dejado vivir”. (ABC, 8 enero de 1995). He sentido la necesidad de mencionarla ante la propuesta de despenalizar el aborto. Me da gusto escucharlo de la boca de una mujer. Amigo lector, esta chica no habla de interrupción de embarazo, sino de asesinato. Dejemos los eufemismos, porque por este camino pronto acuñaremos términos como: interrupción de la respiración, en lugar de eutanasia, siendo este también otro asesinato. Que no se imponga la cultura de la muerte, como lo advirtió el Papa Juan Pablo II.