Con mil pesos

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

-Abuelita, tengo mil pesos, ¿vienes conmigo a comprar?
-¿Qué te gusta, José Enrique, en qué lo piensas gastar?
-Quiero dulces y caramelos, chocolate, maní, helado, nueces y avellanas...
- Pero, niño, que mil pesos no se pueden estirar, que si fueran de chicle ¡cuánto pobre iba a cenar!
-¿Por qué no cenan los pobres?
-Pues porque no tienen pan.
- Entonces, cómprame un pan y se lo vamos a dar. (Antonio A. Gómez)

La prerrogativa más grande del hombre está en amar, y como amar es darse a los demás, lo que más dignifica, lo que más nos llena de felicidad es poder entregarnos a nuestro prójimo, comenzando por los que tenemos a nuestro lado, aquellos con quienes compartimos el pan, las horas de estudio o de trabajo. No ser “luz de la calle y oscuridad de la casa”. Es admirable constatar que en muchas ocasiones se hace daño a las personas que más nos aman. ¿Por qué será? Es tan fácil ofender a la esposa o hacerle ver los defectos al hijo que cuida, acompaña y vela por el padre o la madre anciana. En la lista de los hombres más ricos del mundo, cuyas cifras estratosféricas rebasan los presupuestos de naciones enteras, ¡cuánta felicidad, dicha y vida está en sus manos realizar! Si con mil pesos se puede comprar un pan, qué será si al menos uno de estos hombres se decide por la caridad.