Cazadores de esencias

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Una vez leí en un libro que los poetas son cazadores de esencias. Son almas dotadas con una capacidad especial para sorprenderse de lo que el resto de los hombres considera una simple cosa, un hecho común y corriente, un evento. Son almas que experimentan el estupor de lo bello y el embeleso que produce cada nuevo amanecer, el olor que deja la lluvia sobre la tierra mojada del campo, el cantar de los pajarillos, el vuelo de una mariposa. Son almas profundas, llenas de ayes y de lamentos. Un poeta es un místico, que cada vez que habla solo, es porque espera un día hablar con Dios.
“Poned en el campo a un carbonero, a un sabio y a un poeta. Veréis cómo el poeta admira y calla, el sabio mira y piensa... y el carbonero, seguramente buscará moras o setas”.
¿Quién podría olvidar los versos de Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca has de volver a pisar”; o de un Lope de Vega: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue Jesús mío, que a mi puerta cubierta de rocío pasas las noches del invierno oscuras?; o un Cervantes, un Góngora, un Calderón de la Barca... Y tú ¿sabes alguna poesía?