Sacramento del Perdón II

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín


Gracias cumplidas tendríamos que dar todos los creyentes a Dios por la tabla de salvación y santificación que nos brinda en este sacramento, no siempre debidamente apreciado. 

Una cosa es el sacramento de la reconciliación o del perdón, o de la confesión o de la penitencia –todos nombres aptos para designar idéntica realidad - y otra cosa es el perdón de los pecados. Éste, según enseña el Credo en uno de sus artículos de fe, es una gozosa realidad en la Iglesia ,que se obtiene gracias a al fe y al conversión. El sacramento es la expresión simbólica y celebrativa del perdón de los pecados y de la conversión. 

A lo largo de los siglos la Iglesia ha ido adoptando diversas formas cambiantes en la administración y celebración de este sacramento. Así durante siglos el sacramento de la penitencia fue considerado como un medio extraordinario del perdón de los pecados, cuando se concedía una vez en la vida y en peligro inminente de muerte. Es decir las formas externas del sacramento han cambiado en el pasado y con toda seguridad cambiarán en el futuro. 

Por efecto de una catequesis o praxis defectuosa, muchos fieles hacían consistir este sacramento en una detallada acusación de todos sus pecados (confesión autoacusadora o autojustificativa), que para muchos era un verdadero tormento, descuidando otros ritos esenciales, como la conversión del corazón y el arrepentimiento. La confesión de los pecados sin más no tiene una consistencia sacramental. 

Gracias cumplidas tendríamos que dar todos los creyentes a Dios por la tabla de salvación y santificación que nos brinda en este sacramento, no siempre debidamente apreciado. 

Hoy en día, cuando vemos las consultas de los sicólogos y siquiatras abarrotadas y hasta los platós de televisión llenos de gente necesitada de volcar su alma, su interioridad, fuera, pagando por ello o desnudándose sin ningún pudor ante una audiencia siempre ávida de morbos, los creyentes no deberíamos tener ningún reparo en acudir a los ministros de la Iglesia-sobre todo en el tiempo de Cuaresma-tiempo de purificación y conversión por excelencia-para reconciliarnos con nuestro Padre Dios. 

El, hoy como ayer y siempre, El nos sigue esperando con sus brazos abiertos para brindarnos generosamente una y mil veces su paz y misericordia.