Lo que no se ve

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín



Las apariencias engañan. Entre los humanos, nadie es tal como aparece ante los demás. La parte más importante-el interior- pasa desapercibida casi siempre. Por eso, Jesús, que conocía como nadie el corazón del hombre, nos dejó dicho:”No juzguéis y no seréis juzgados”.

La razón principal de esta recomendación evangélica reside, principalmente, en que al desconocer el interior de las personas, estamos expuestos a equivocarnos casi siempre.

Viene esto a cuento al comentar un detalle, que para los miles de televidentes de estos Juegos Olímpicos, no habrá pasado desapercibido y que un amigo me ha comunicado. 

He aquí su reflexión, que brindo a los que me lean:”Han sido muchos los deportistas que he podido ver santiguarse antes de comenzar una competición para la que han entregado miles de horas de esfuerzo, entrenamiento y sacrificio .Resulta reconfortante comprobar que en el momento clave, se encomiendan a nuestro Señor para obtener el éxito..Encontrar a Jesús siempre es maravilloso”.

En efecto. Algo muy importante debe haber en el interior de estos atletas, y que pasa desapercibido para la generalidad de la gente, para, sin respeto humano alguno, y en la hora de la verdad, significarse públicamente con la señal de la cruz y acudir a Dios. 

¿No será que lo más valioso del hombre queda oculto a los ojos de los demás?.