El tabú del infierno

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín

 


Si hay un tema que los curas en general, hoy día, en su predicación y catequesis, suelen pasar por él como por ascuas-¡valga la expresión¡- éste es el tema del infierno.

*A los niños, para no asustarlos y traumatizarlos, no se les habla apenas de él , con especiosas razones. Se aconseja a los catequistas y padres que les hablen de otros temas más placenteros. 

*A los jóvenes-los pocos que todavía se acercan por la Iglesia- ni se les expone el tema.. Están curados de espantos. Eso del infierno, de Satán, de diablos.. es cosa de otros tiempos, les queda, si acaso, en su imaginación, el recuerdo de una que otra escena de algunas películas de miedo, -tipo “El Exorcista”-que les impresionó de chavales. 

Hoy, ya se sienten liberados. Se han familiarizado con figuras, representaciones y símbolos, que algunos exhiben, no sólo en Carnaval, sino cada día , en su vestimenta, en sus posters, en sus tatuajes etc..

Los más liberados, hasta ven el tema como objeto de provocación, de identificación grupal (“Los ángeles del infierno”) y hasta de diversión masiva, en sus cantos y ritmos de conocidos conjuntos y conciertos de rock and roll.

*A los adultos creyentes y practicantes, el tema del infierno, como el de los demás novísimos, no entra, ni figura en los planes de evangelización, de conversión, ni mucho menos de preparación a los sacramentos. 

Cuando surge de un modo ineludible, en los textos cíclicos de la liturgia dominical, entonces se suelen escoger otros temas menos comprometidos y se orilla, sutilmente, el hablar directamente del peligro de condenación eterna y del infierno.

Pastores de la Iglesia hay, verdaderos maestros y especialistas, en el arte de edulcorar, aguar, quitar hierro y hasta mutilar los textos conflictivos, radicales del Evangelio, para no plantear demasiadas inquietudes en sus complacidos y complacientes auditorios.

*A los adultos de ambos sexos, escépticos, increyentes, agnósticos y ateos ,el tema del infierno les resulta, además de absurdo e incomprensible, motivo de burla, de chanzas, de chistes y de irrisión. Aludir en público al infierno eterno en cualquier medio, casi nunca se hará por los más avispados, si no es para sentirse superiores a los demás, para arremeter contra la Iglesia católica y hacer patente la sinrazón de sus obsoletos dogmas. 

Ante este panorama preocupante, aunque real e incompleto, cabría formularse ,por parte de los pastores y cristianos responsables, un sin fin de preguntas a las que cada uno- (¡a todos nos incumbe¡)- debería contestar con honradez y sinceridad.

Principalmente, los que se dicen y se sienten cristianos-católicos, deberían responder ante Dios y su propia conciencia a estas o parecidas cuestiones:

-¿Conoces las palabras claras, taxativas y la enseñanza rotunda de Jesucristo en el Evangelio respecto a la existencia del infierno?.¿Cómo entender que el bondadoso, compasivo, misericordioso Jesús, hable del infierno con tal rotundidad y radicalidad? 

-¿Se puede considerar cristiano-católico quien niega esta verdad revelada por Cristo y enseñada interrumpidamente por el Magisterio de la Iglesia a lo largo de 20 siglos?.

-¿Puede modificarse, cambiar o desaparecer esta verdad esencial de fe , aunque se admitan, en su explicación, algunos aspectos accidentales de la misma?.

-El vivir ajenos a esta verdad de fe, ¿qué frutos personales, familiares, sociales, eclesiales acarrea?.¿Es mejor vivir despreocupados, indiferentes, obstinados en la increencia, como si fuera un cuento chino?.


CONCLUSIÓN-
El tener dudas; el no tener todo claro en este tema esencial de la fe; el estar inquieto de algún modo,-(¡no obsesionado¡)-; es, por lo general, una postura más lógica, más coherente e inteligente, mucho mejor que la frivolidad, el desinterés, el pasotismo o la chanza. 

Te deseo, amigo lector, que al menos una vez en tu vida, te tomes en serio lo que acabas de leer.

Quizás cambiará el rumbo de tu vida y como los buenos conductores, ni despreciarás, ni te mofarás y menos te saltarás las señales, indicadoras de peligro, en la carretera de tu vida.

Merecería la pena hicieras un stop y reflexionases, un tanto, sobre lo que acabas de leer.