Por qué y para qué confersarme si...?

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín   

 

 

Algunos católicos que quizás llevan años sin confesarse, alegan dos razones o seudo justificaciones, para mantener su abandono del sacramento del perdón.
1- Dicen que ellos no roban ni matan y que no hacen mal a nadie…¿Por qué tengo que confesarme?. La mayor parte de los humanos somos pecadores. En vez de reconocer con sencillez y humildad nuestra limitación, incoherencia o debilidad, tratamos de buscar justificaciones para acallar la conciencia o seguir haciendo el mal. La conocida parábola evangélica del publicano y fariseo es aleccionadora al respecto. Dice Jesús: ”Quien se ensoberbece (se cree justo) será humillado y quien se humilla, será enaltecido (justificado)”. El reafirmar ante Dios y ante los demás, nuestra evidente condición débil y pecadora debería ser lo normal. “Confieso que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión por mi culpa…”Esta es la pública confesión, que desde el Papa al último en la Iglesia, hacemos antes de la celebración de la eucaristía. Esta postura no es teatral o ficticia, sino real. Todos en la vida terrenal somos peregrinos. ¿Qué caminante no se mancha con el polvo o pisa el barro del camino?. ¿Quién por santo que sea, a veces por comodidad, egoísmo o pereza, no deja de hacer el bien que debiera?. Pues eso.
2-Otra de las seudo justificaciones que se alegan:¿Para qué confesarme si voy a volver a caer al poco de confesarme?. La vida espiritual de los creyente no es ni rectilínea ni ascendente hacia Dios. Más bien es quebrada, con altibajos y sus más y sus menos. Damos una de cal y otra de arena. Somos todos inconstantes, olvidadizos, limitados, débiles e inclinados a lo malo. Pues bien, este sacramento del perdón y misericordia, instituido por Cristo, no sólo es para sanar las heridas, purificar las miserias y perdonar los pecados, sino para dar la fuerza necesaria para vencer los malos hábitos y vencer las tentaciones. Este aspecto positivo es desconocido para una gran mayoría de fieles y de ahí su postura de indiferencia, absentismo o abandono de este sacramento.
Conclusión. Jesús el Hijo de Dios, vino como médico no a buscar a los sanos, sino a curar a los enfermos” . He aquí el remedio divino para todos nuestros males espirituales.
Para el pecado singular, como para el habitual o vicio, la confesión es el remedio más eficaz para devolver la paz, alegría y esperanza al pecador. Demos gracias a Dios por este sacramento que devuelve la amistad divina, rota por el pecado grave, a la vez que comunica la gracia para evitar las ocasiones de pecar y vencer las tentaciones del maligno.