Vivir en conversión toda la vida (III)

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín   

 

 

Nunca lo olvidaste. Estabas comprometido, como adulto cristiano, con tu mujer, con tu grupo parroquial y con el Señor. Ante Él juraste llevar una vida nueva y tratar de salir de tu mediocridad. Le pediste con fe llevar una vida nueva y seguir a Cristo hasta el fin. Ser cristiano, seguir a Jesucristo, no era cuestión de un momento de emoción, de una confesión sentida, de unas jornadas de retiro, ni de uno o dos años de seglar responsable y comprometido. Ser cristiano es cuestión de eso y mucho más. Es cuestión de amor y fidelidad a Jesucristo durante toda la vida. Ni más ni menos.
Por supuesto, que es no hacer el mal y hacer el bien; pero sobre todo, es emplearse a fondo en el camino de la santidad. Conocías, perfectamente, lo que el Señor te pedía en tu estado de casado y de periodista.
Todo se reduce, en definitiva, a cumplir la voluntad de Dios en todas las circunstancias de la vida. Como a tu mujer, ante el altar el día de tu boda, así también le dijiste al Señor:”Te prometo serte fiel, en las alegrías y en las penas; en la salud y enfermedad, todos los días de mi vida”.
Un deseo imposible de realizar, sin un amor sin medida a los dos. Amor, mucho amor a tu mujer, a tu bebé y a Dios, el Uno y Trino, que te amó primero y cuyo Hijo Jesús murió y resucitó por ti. El te daría la fuerza para ser persona coherente, rebosante de amor a la verdad en tu profesión de periodista católico.
Hoy como ayer y siempre, para las fuerzas humanas, la santidad es algo inalcanzable. Para los cristianos, es cuestión de confianza en Dios y decirle a diario, convencido, en la oración, con el Apóstol Pablo:”Todo lo puedo en Aquel que me conforta y vive en mí”.
Hoy, gracias a Dios, tienes la dicha de haber formado una familia cristiana, de tener una profesión y trabajo estimulantes, una fe arraigada a prueba de contrariedades y ya lo único que de verdad te preocupa es llegar al fin de tu existencia con las manos llenas de buenas obras y habiendo amado a los tuyos con ese amor cristiano que es fuente de paz,
alegría y felicidad en esta vida y en la eterna, que por la misericordia de Dios esperas con todas tus fuerzas. ¡Enhorabuena¡