Sagrario y Arca de la Alianza

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín  

 

 

Existe un paralelismo evidente entre los sagrarios cristianos y el arca de Yavé de los judíos. Para estos, el arca era el signo visible de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Les precedía, acompañaba y abría camino por el desierto. En ese cofre de madera de acacia, recubierta de oro, había dos querubines, uno frente al otro, formando el propiciatorio, lugar del encuentro con Dios. Se guardaban dentro las tablas de la Alianza, dadas por Dios a Moisés. Ocupaba lugar preferente; 1º en el campamento y luego en el templo y solo podía entrar y tocarla el sumo sacerdote.
En el 2º libro de Samuel (cap.6) se narra con detalle el traslado del arca en una carreta de bueyes, de la casa del sacerdote Abinadab y dos de sus hijos, al palacio de David, quien lo acompañaba delante con cantos y bailando ante el arca. En un momento de zozobra de los bueyes Uzzá extendió su mano para que no volcase el arca y en ese instante cayó fulminado ante todo el pueblo, al tocar el arca. David se irritó con Yavé por el castigo; sintió miedo y no quiso llevar el arca a su destino, sino a la casa de Obededom donde estuvo 3 meses, bendiciendo Dios a toda su casa.
Pues bien, también el sagrario para los cristianos, es el signo visible-luz perenne- de la presencia del Emmanuel –Dios con nosotros- en medio de su pueblo. La fe cristiana nos dice que día y noche los santos ángeles adoran y bendicen la presencia de Dios y los fieles, al pasar delante, le saludan y adoran doblando su rodilla hasta el suelo (genuflexión) o si están impedidos, con una inclinación profunda. Nadie, sino los ministros ordenados, debería abrir el sagrario ni tocar los vasos sagrados. Esta norma se presta a una seria reflexión y examen para ver el respeto y amor que sentimos los cristianos por el Dios que habita con nosotros. Responsables de posibles abusos los párrocos y conste que buena falta hace en algunas partes.