Evangelio edulcorado

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín 

 

 

Hay una tendencia en ciertos pastores y predicadores de presentar a su auditorio un Evangelio y una figura de Jesús, un tanto leigh o edulcorado, con el mejor deseo de que no sea rechazado su mensaje por los alejados. Flaco servicio pastoral hacen a su misión con esta actitud. Se puede deslizar, apenas sin darse cuenta, a la más rechazable tergiversación de lo revelado por Dios y de la figura humana y divina del Salvador. Sin ser un experto exegeta, cualquier lector asiduo de la Palabra de Dios, se encontrará con palabras, frases o pasajes de una exigencia moral y de una fe difícilmente asimilables. Dígase otro tanto de la radicalidad evidente y dureza chirriante de ciertas expresiones del divino Maestro(Sermón del monte, bienaventuranzas, enfrentamientos con los fariseos, algunas parábolas etc). Hoy, como ayer y siempre, ciertos trozos del Evangelio cuestionan fuertemente la mentalidad del hombre moderno.

Es sabido que lo más difícil y peligroso de los que por vez primera se inician solos en la lectura, meditación y contemplación del Evangelio, es la interpretación fiel de esta palabra de Dios. Sin caer en una literalidad rechazable, a modo de algunas sectas, que amañan, cambian y tergiversan textos claros, admitidos normalmente por la Tradición y Magisterio de los santos Padres de la Iglesia, es necesario para un buen católico, seglar, religioso o sacerdote, asumir como mandaba a sus frailes el santo de Asís la totalidad del Evangelio: “Sine glosa, fratres mei, sine glosa”.

Nunca debería faltar al iniciar el contacto con la Palabra de Dios, la invocación humilde al Espíritu Santo, con la atención fiel a la Tradición( Padres y doctores de la Iglesia) y el referente al Magisterio oficial de la misma, máxime en los pasajes o textos oscuros o controvertidos que afectan a la fe de la entera comunidad.