La muerte no es el final

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín 

 

 

Hay un canto del Cantoral Litúrgico Nacional de la Iglesia católica, de autor por mí desconocido, particularmente emotivo, que se canta por las comunidades cristianas al fallecer un miembro de las mismas y cuya letra-pura confesión de fe - no exenta de sentimientos de compasión muy humanos- pone la carne de gallina a quienes lo oyen o lo cantan. Ha sido adaptado por muchas bandas de música para actos de funerales o de honras fúnebres, que en casos de desgracias colectivas,  como la de Haití , llega a desbordar toda contención, hasta hacerse un nudo en la garganta o llorar sin reparos.

Para los que desconocen su contenido, quiero hacerles el servicio de trasmitir la letra del mismo, por si les puede ser útil en alguna ocasión.

Reza así: “Tú nos dijiste que la muerte/ no es el final del camino,/que aunque morimos no somos/ carne de un ciego destino./ Tú nos hiciste, tuyos somos./ Nuestro destino es vivir/siendo felices contigo,/ sin padecer ni morir./Cuando la pena nos alcanza/ por un hermano perdido,/ cuando el adiós dolorido/ busca en la fe su esperanza,/en tu palabra confiamos,/con la certeza que Tú/ ya le has devuelto la vida,/ ya le has llevado a la luz./ Cuando , Señor, resucitaste,/todos vencimos contigo./Nos regalaste la vida/ como en Betania al amigo./Si caminamos a tu lado,/ no va a faltarnos tu amor,/porque, muriendo, vivimos/ vida más clara y mejor.”. Si el canto-como se dice-, es doble oración, he aquí una de las más bellas oraciones que cualquiera puede dirigir al Señor para tener paz y esperanza.