Aborto=Defraudar a Dios

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín 

 

 

En cada niño que viene a este mundo, Dios renueva su confianza y amor a la humanidad obcecada por el mal y el pecado. El mayor don que Dios da a una familia son los hijos. La frase del salmista lo expresa claramente:”La herencia de Dios son los hijos; su salario, el fruto del vientre”.

Según la enseñanza tradicional de la Iglesia católica, Dios creador infunde el alma a cada ser en el momento mismo de la fecundación del óvulo femenino por el espermatozoide masculino. Con él se inicia el preciso y precioso momento de la gestación de una nueva vida humana. Si este proceso se corta o aborta por cualquier medio libre y voluntario, se defrauda irremediablemente el proyecto divino sobre ese ser indefenso e inocente, en vías de ser un embrión, un feto, una criatura, para ser solo un nonato, un aborto, un

Infanticidio, un crimen y un gravísimo pecado.

Entre las ofensas más graves que el hombre o la mujer pueden cometer impidiendo una nueva vida humana está el crimen del aborto. Pecado del que todos los que cooperan a él tendrán que dar una rigurosa cuenta un día a Dios y que, de no arrepentirse y confesarse, conducirá inexorablemente a la muerte eterna.

La conciencia pasará factura un día sí y otro también, con remordimientos, sentimientos de culpa y depresiones por el crimen realizado, aunque la ley humana sea permisiva al respecto. Una vez más, en el caso del aborto se cumple el dicho:” Dios perdona siempre, los hombres alguna vez, pero la conciencia y la naturaleza nunca”. Sólo con el dolor y el arrepentimiento sinceros se podrá paliar el mal hecho que ha sido defraudar a Dios, autor y dador de toda vida.