El gordo y el flaco.

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín 

 

 

No todo en la vida -y mucho más en verano - ha de ser oír, hablar y tratar de política y cosas serías y trascendentes. Hoy, (7/8/ 07) he leído en La Razón, con cierta nostalgia en mi alma, un poco de neblina en mis ojos y casi un nudo en mi garganta, una noticia que me ha hecho retrotraer a los mejores años de mi niñez.

Se cumplían los 50 años de la muerte de El Gordo más famoso del cine mudo, Oliver Hardy, inseparable compañero de fatigas de El Flaco, Stan Laurel, que tan maravillosos y alegres ratos de felicidad, nos hicieron pasar a los niños y niñas de los años treinta y cuarenta del pasado siglo.

Recordar aquellos años de los ahora abuelos o de los millones de personas de la tercera edad, es recordar a esta incomparable pareja de cómicos, con los que compartimos lo mejor de nuestra infancia, en tantos aspectos dura y difícil. Ni el hambre que pasamos, ni los problemas de la Guerra, ni las preocupaciones por el futuro, hacían mella en nosotros-los chavales de la postguerra- al desencajarnos de risa, al ver en las pantallas del cine mudo de entonces, reflejadas las aventuras y desventuras de EL Gordo y El Flaco. Pocas profesiones tan altruistas en el mundo , comparables con la de estos grandes humoristas- así como la de tantos otros que les precedieron y siguieron- al entregar su tiempo y sus energías a la causa mejor que puede haber en este mundo: hacer felices agrandes y pequeños. Gracias de corazón en nombre de todos. No os olvidamos.