Cultura sin Cristo

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín 

 

 

He leído un libro excepcional .De los que dejan huella imperecedera. Está editado en España por Espasa Calpe en la colección Grandes de Bolsillo. Su autor es Jean-Paul Roux , director de investigación en el Centro Nacional de Investigación Científica de París y profesor de la Escuela de Louvre. El título de la obra : “Jesús de Nazaret”. Este libro está escrito desde la fe y desde la investigación histórica. Narra la vida de la persona de Jesús, estudiando sus palabras y sus obras ,sin poner en duda su autenticidad.

Ya desde el mismo prólogo capta plenamente el interés del lector, que queda fascinado por la figura única e irrepetible , que más ha influido en la historia de la humanidad , Jesús de Nazaret .

Sin haber escrito nada en su vida, y predicando sólo tres años , por tierras de Galilea y Palestina ,su original mensaje, su persona y su recuerdo siguen , después de 20 siglos , -¡caso único en la Historia !-tan vivos e influyentes como el primer día ., en millones y millones de personas del mundo entero .

Enmarcando en el prólogo la singular figura del Nazareno,tiene el autor unas bellísimas palabras que no me resisto a transcribir íntegramente , por su verdad y originalidad. Helas aquí:” Sin Jesús nos faltarían innumerables referencias esenciales . Pensemos en todos aquellos a los que ha inspirado, en todos aquellos que le deben lo mejor de sí mismos y a los que debemos como consecuencia, lo mejor quizás de nosotros mismos. Si él no hubiese sido, no tendríamos las Vírgenes de Rafael, la Cena de Leonardo, el retablo de Isenheim, la Pietá de Avignón ; no tendríamos tampoco la leyenda del Grial, las Oraciones Fúnebres de Bossuet ,el Genio del Cristianismo, y la Divina comedia no habría sido lo que es. No podríamos escuchar las Cantatas de Bach , la Misa de la Coronación de Mozart, la Oda a Santa Cecilia de Purcell ,el Requiem de Berliot , ni, en las abadías benedictinas, el canto gregoriano. Los pueblos no erigirían, por encima de sus tejados de pizarra o de teja, las bóvedas y las torres de las iglesias románicas, y, al final de una calleja, no podríamos detenernos extasiados, ante los Cristos de gloria ,que coronan los tímpanos de los porches, las cúpulas de Florencia, de Venecia, de Santa Sofía, de San Pedro de Roma, no se habrían construido jamás, ni el Beau Dieu de Amiens ,ni las vidrieras de Chartres, ni las agujas de las iglesias góticas. Y no veríamos a nuestros nietos, brillantes los ojos de emoción, ante el portal de Belén y el árbol engalanado, resplandeciente de luces.

Nos encontramos quizá en una civilización post cristiana, . pero vivimos aún de la civilización cristiana. El cristianismo no está muerto para todos y aquellos para quienes lo está ,siguen remitiéndose a él ,aún cuando lo rechacen. Jesús no pertenece al pasado .Permanece hoy tan actual como lo fue antaño. Sigue habiendo encerrados en claustros hombres y mujeres que lo han abandonado todo para amarle y alabarle

y más cautivos, en países muy lejanos, viven pastores que dan testimonio de él. Sigue habiendo en Lourdes, en Fátima , en Czestochowa, multitudes que se reúnen en su nombre y, en países donde ya no quieren aceptarle, muchas personas mueren por serle fieles a él. Pero está también ese creciente flujo de gentes que han dejado de encontrarse a gusto en las iglesias, a quienes los sacerdotes y los ritos repelen, a quienes hastía la mediocridad de los oficios y desalienta la de los fieles, que, a veces, en nombre de la razón, a veces por desesperación ,más frecuentemente por edificar el Reino de este mundo o para vivir en él desde que está tan bien construido, se han apartado de ÈL, han abandonado a la vez que les abandonaba a ellas todo un modo de vida que no había cambiado desde la antigüedad. No por ello dejarán de festejar la Navidad brindando con champán...

Sería triste que un pasado tan hermoso, tan grande estuviese basado en la impostura. Y aún estándolo ,habría que conocerlo. No creo, de todas formas que el método correcto para vivir en el presente y comprenderlo consista en limitarse a rechazar las tradiciones. Estas permanecen en nosotros más de lo que imaginamos. Y, si volcados hacia el futuro, pensáramos que ya es tiempo de acallarlas, ¿no necesitaríamos conservar lo más auténtico de ellas , aunque sólo fuera para conocer nuestra historia y descifrar nuestras obras de arte?”