La fiebre del botox

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín 

 

 

Estamos de enhorabuena todos -y en especial las mujeres- por la comercialización y fácil adquisición de la toxina botulínica, el botox, para lograr una cara sin arrugas y aparecer más guapos ante los demás. Dentro de poco el dicho de “quitarse años” va a ser una realidad. 

Nuestra sociedad persigue la belleza y el culto al cuerpo de un modo febril. Claramente ha apostado por la estética más que por la ética. Al paso que vamos volverá a cantarse la popular copla:”Que se mueran los feos”..(Nadie se dé por aludido, por favor)

Todos, en general, cuidamos mucho la imagen exterior dada a los demás. No reparamos en preocupaciones, tiempo, ni dinero, por tener un “look” más atractivo 

Me parece acertado, pero creo que tampoco estaría mal si nos preocupáramos de quitar las arrugas de dentro del alma que nos afean: odios, rencores, egoísmos, prepotencias, lujuria, afán de dinero, lujos, derroches etc.

Seguro que el Señor que “no se fija en las apariencias, sino en el interior”, quedará muy complacido por el empeño de limpiar y adecentar nuestra alma. Entonces sí que será cierto el dicho de que “la cara es el espejo del alma”