Dios y el maremoto

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín

 

 

Siempre que ocurre una catástrofe como la del maremoto de Indonesia, con centenares de miles de muertos, desaparecidos, sin techo etc , no son pocos los hombres que culpan a Dios de lo ocurrido. 

Otros, sin más, se reafirman en su ateismo, al no creer en la existencia de un ser providente y bueno, que pudiendo, no remedia tales desgracias en las que se ven implicados centenares y hasta miles de inocentes.

También los creyentes quedamos desconcertados y faltos de palabras para encajar y menos explicar, lógicamente, tales eventos a los demás. Nos queda sólo el camino de la fe, a la que nos asimos con todas nuestras fuerzas.

En medio de la oscuridad y de la incomprensión del misterio, creemos firmemente, aunque no sabemos compaginar del todo, los datos de la revelación divina. Por ella proclamamos que el mal no procede ni lo quiere Dios. Lo permite tan solo y de él saca bien-(escribe derecho con renglones torcidos)-para sus criaturas.

Según la Biblia, el mal y la muerte entraron en el mundo por el abuso de la libertad humana y desobediencia -con su consiguiente rebelión- de la criatura frente a su Creador Sigue siendo un inescrutable misterio tratar de compaginar la amorosa providencia de Dios con el albedrío humano y su responsabilidad cósmica.

Dios es Amor infinito que quiere el bien de todos y el hombre un ser plenamente libre para optar a favor o en contra de su Creador. He aquí los dos polos a unir y a los que ningún teólogo nunca podrá dar una respuesta rotunda y satisfactoria. 

Por otra parte, el pecado de origen –es otro dato de la revelación divina- rompió el equilibrio primigenio de la creación, con sus leyes fijas, que escapan al control y dominio del ser humano y que éste irá descubriendo y domeñando paulatinamente en medio de su pequeñez e insignificancia.

Otro dato fijo de la revelación, es que el hombre –todos los hombres- tras su pecado de origen y pecados personales, han de convertirse (volverse a Dios) y esto solo lo lograrán con la aceptación del Hijo unigénito del Padre, Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres. 

La corriente inmensa e imparable de solidaridad mundial que el maremoto ha despertado en el corazón de millones de hombres de todo el mundo, es un dato que pasará oculto a los ojos de los hombres y que solo Dios es capaz de saber y valorar. Tal vez para ellos será el comienzo de su conversión y salvación. 

Por muchas vueltas que queramos dar, con las inteligencias más preclaras que nos han precedido en el camino de la vida, para desentrañar el misterio del mal en el mundo y encontrar una respuesta a este angustioso problema, no la encontraremos y tarde o temprano desembocaremos bien en la fe o abandono en Dios o bien en la increencia o ateismo, con la consiguiente negación de Dios.

En este problema, como en tantos otros que se nos presentan en la vida, hay que tomar conciencia de la inanidad de la inteligencia humana comparada con la infinita sabiduría divina. Nadie pretenda entender a Dios, sino de creer a Dios y creer en Dios.

Termino esta breve disertación, al alcance de cualquier lector, con una sencilla comparación que podrá ser clarificadora para muchos que me hayan seguido.

Si miramos un tapiz por detrás o revés del mismo, no alcanzaremos a ver nada más que una infinidad de hilos de todos los colores que de arriba abajo, de derecha a izquierda, de un lado a otro, se cruzan y entrecruzan y que nadie es capaz de saber ni entender por qué o para qué están puestos ahí...;pero si damos la vuelta al tapiz o lo miramos por delante, descubrimos que todo tiene sentido, lugar y claridad, dando lugar a hermosas figuras o paisajes totalmente desconocidas y ocultas antes a nuestros ojos.


Amigos míos, ahora, en el actual orden de cosas o eventos que estamos viviendo, es casi imposible el descubrir el sentido de la realidad. Un día, al dar la vuelta al tapiz de nuestra vida, tras la muerte, descubriremos el sentido de todos los hilos que han sido dirigidos por la mano e inteligencia amorosas de Dios, para completar entre luces y sombras, el maravilloso tapiz de la vida de cada uno de los humanos.