La “mascota” de cada uno
Para saber dónde poner el corazón

Autor: Padre José Martínez Colín

 

 

1) Para saber


Hace poco tiempo se publicaba en una noticia los inconvenientes que trae consigo el tiempo exagerado que los niños le dedican a los juegos computarizados.
Por ejemplo, salió a la venta un juego japonés llamado “Tamagotchi”. Es un tipo de mascota, pero en vez de ser un animal, es un tipo de robot. Dicho juguete exige que su dueño esté constantemente pendiente de él: mediante instrucciones simula que le da de comer, se le baña, se le duerme, se le pasea, etc.
El juguete no es dañino en sí, pero el daño viene cuando distrae al niño de sus deberes principales, pues algunos niños llegan a prestarle más atención al “Tamagotchi” que a sus padres, hermanos o maestros. Incluso, en Japón había una persona en las entradas de los colegios que recogía los “Tamagotchis” para él atenderlos en lo que necesitaran y permitir así que los niños pusieran atención en clase, sabiendo que su “mascota” estaría cuidada.
Pero no es solo un problema infantil, también se presenta en las personas mayores. Siempre existe el peligro de que se introduzca un tipo de “Tamagotchi” en nuestras vidas y haga descuidar nuestros deberes: para algunos su “tamagotchi” es la ropa; para otros la comida o su carro; otros tratan con más aprecio a su perro que a las mismas personas. Incluso, una realidad buena como lo es el trabajo, si se exagera, puede llevar a faltar a deberes más importantes como lo son los familiares o religiosos.

2) Para pensar


Nuestro amor lo podemos dirigir hacia muchas partes, pero es importante no ponerlo en cosas inferiores a nosotros. Es más perfecto amar a Dios o a otras personas, que a las cosas o animales. A los animales se les puede tratar con cariño y al carro con cuidado, pero no amarlos más que a alguien.
Enseña Santo Tomás de Aquino que es mejor conocer las cosas inferiores que amarlas, pero en cambio, es mejor amar las cosas que son superiores. Por ejemplo, podemos interesarnos y conocer mucho sobre los carros: su potencia, su velocidad, los modelos, etc. Esos carros, al ser conocidos por nuestra inteligencia, salen “ganando”, pues son “elevados” a nuestra facultad espiritual. En cambio, si pusiéramos nuestro amor en los mismos carros –que son inferiores a nosotros en su dignidad– nosotros somos los que salimos “perdiendo”, ya que el amor nos uniría, en cierto modo, al carro y, por tanto, seríamos rebajados al nivel de una máquina.
Por eso, aunque nuestro conocimiento de Dios se quede imperfecto, en cambio, nuestro amor puede ser muy grande. Amando a Dios nos perfeccionamos, pues nos unimos a Él, salimos “ganando” al amar a alguien tan superior a nosotros.


3) Para vivir


Los Dones del Espíritu Santo son como una escalera en donde cada uno de ellos nos acerca más a Dios y permite que nuestras obras lleven el sello divino.
El Don de Sabiduría es el más alto escalón. Este Don nos facilita el conocer a Dios y, así, amarlo más. Se comienza a gozar de Dios ya en esta tierra; gozo que se cumple a la perfección en el Cielo. Podemos pedir a diario sus dones al Espíritu Santo.
De nosotros dependerá poner el esfuerzo por amar cada vez más a Dios y así comenzar a gozar de ese amor que Él también nos tiene.