¿Por qué atrae a algunos tanto el futbol?
El Papa reflexiona sobre este deporte

Autor: Padre José Martínez Colín

 

 

1) Para saber


Hoy en día el tema del futbol es un tópico en las conversaciones, y no se diga en los medios de comunicación. Todo ha de ir relacionado con este deporte. Siendo un tema actual e inevitable, el entonces Cardenal Ratzinger, ahora Papa Benedicto XVI, después de reflexionar este acontecimiento, decía: “Cuando se hojea la prensa y se escucha la radio, se comprueba enseguida que hay un tema dominante: el fútbol y la liga de fútbol. Este deporte se ha convertido en un acontecimiento universal que une a los hombres de todo el mundo por encima de las fronteras nacionales, con un mismo sentir, con idénticas ilusiones, temores, pasiones y alegrías. Todo esto nos revela que nos encontramos frente a un fenómeno genuinamente humano.
Surge espontánea la pregunta sobre el por qué de la fascinación que ejerce este juego. El pesimista contestará que es una repetición más de lo que ya se experimentó en la antigua Roma: pan y circo; panem et circenses. Pero, incluso si aceptáramos esta respuesta, tendríamos que preguntarnos: ¿y a qué se debe semejante fascinación, que lleva poner el juego junto al pan, y a darle la misma importancia? Volviendo de nuevo en la antigua Roma, podríamos contestar a esta pregunta diciendo que aquel grito que pedía "pan y juego" era la expresión del deseo de una vida paradisíaca. En este sentido, el juego se presenta como una especie de regreso al hogar primero, al paraíso; como una escapatoria de la existencia cotidiana, con su dureza esclavizante.
«Sin embargo el juego tiene, sobre todo en los niños, un sentido distinto: es un entrenamiento para la vida. A mi juicio, la fascinación por el fútbol consiste, esencialmente, en que sabe unir de forma convincente estos dos sentidos: ayuda al hombre a autodisciplinarse y le enseña a colaborar con los demás dentro de un equipo, mostrándole como puede enfrentarse con los otros de una forma noble. Al contemplarlo, los hombres se identifican con ese juego, haciendo suyo ese espíritu de colaboración y de confrontación leal con los demás.


2) Para pensar

Importa saber aprovechar el deporte para crecer en virtudes. La disciplina de la que habla el Papa no solo ha de ayudar a tener éxito en el deporte, sino sobre todo en el dominio de uno mismo, pues cada vez que una persona, en contra de lo que debe hacer, cede a las pretensiones de su pereza, de su estómago o de su mal carácter, debilita su voluntad, pierde autodominio y reduce su autoestima. 
Unos dibujos del caricaturista Quino, autor de Mafalda, dibujaban perfectamente esta situación. Felipe, un niño fantasioso, encuentra en su camino una lata vacía y siente el deseo de pegarle una patada, imaginándose que es un famoso jugador de futbol. Pero piensa interiormente de sí mismo: “Ahí tienes, una vez más, ¡el grandullón pateando latitas!”. Y pasa de largo, venciendo lo que él mismo juzga un impulso infantiloide. El problema es que, a los pocos metros, no resiste más, se da la vuelta y suelta la tentadora patada. Ésta es su segunda reflexión, ya cabizbajo y vencido: “¡Qué desastre! ¡Hasta mis debilidades son más fuertes que yo!”.
Todos tenemos esas debilidades que suelen ganarnos, y es preciso darnos cuenta que para vencerlas no estamos solos, sino que contamos con toda la ayuda de Dios. Pero es preciso ser humildes para no dejar de pedírsela.


3) Para vivir

El Papa también advertía que hay un peligro en el deporte: “Desde luego, la seriedad sombría del dinero, unida a los intereses mercantiles, pueden echar todo esto a perder. Al pensar detenidamente en todo esto, se plantea la posibilidad de aprender a vivir con el espíritu del juego, porque la libertad del hombre se alimenta también de reglas y de autodisciplina. En todo caso, la visión de un mundo que vibra con el juego debiera servirnos para algo más que para el entretenernos, porque si fuéramos al fondo de la cuestión, el juego podría mostrarnos una nueva forma de entender la vida”.
No se trata, pues, de propiciar una desmedida exaltación de ídolos, o de dejar de asistir a la Misa dominical por algún deporte u otra actividad, sino de aprender a poner con orden estas realidades humanas, de tal manera que lejos de separarnos de Dios, nos lleven a Él.