¿Valoramos la mansedumbre?.
El valor del ejemplo de una campesinaAutor: Padre José Martínez Colín
1)
Para saber
La mansedumbre es una virtud que a veces no es muy bien vista, pues se piensa
que conlleva cierta debilidad. Hoy en día, en cambio, se alaba y premia la
fuerza física. Tal vez no se ha considerado que se requiere más fuerza para
dominarse a uno mismo que a los demás. Por ejemplo, en un enojo, o en un momento
de ira es más fácil perder el control y responder mal o gritar, que mantener la
calma y callar si es preciso.
Algo muy valioso tendrá está virtud que el Señor la incluye en las
Bienaventuranzas y nos invita a imitarlo: “Aprended de mí que soy manso y
humilde de corazón” (Mt 11, 29).
2) Para pensar
Cuenta un cardenal francés llamado Journet que una mujer campesina francesa,
mayor de edad, dio hospedaje a un joven chino. Este joven era ateo, tenía ideas
comunistas, y trataba de convencer a la mujer de que su fe ya era cosa del
pasado. La buena mujer le daba de comer y lo atendía pero, no obstante, el joven
procuraba con varios argumentos, y citando a pensadores de renombre, hacerle ver
que Dios no existía y que debía abandonar esas ideas. Ella se limitaba a
contestarle: “Mire, joven, seguramente usted es un hombre sabio que ha estudiado
mucho. Pero yo sólo se una cosa y es que Jesús nos ha dicho que amemos a los
demás como él nos amo”. El joven se desesperaba pero no dejaba su empeño por
convencer a la mujer.
Cierto día unos fugitivos, también comunistas, que estaban huyendo del ejército
nazi, le pidieron asilo por una noche a esta mujer. Ella accedió con mucho gusto
y les dejó las habitaciones incluyendo su propio cuarto y se fue a dormir a un
pasillo. Les dejó ropa limpia, toallas y una cena.
A la mañana siguiente el grupo de comunistas se fue silenciosamente llevándose
todo. El joven chino estaba muy indignado y furioso por el robo de esos hombres.
Pero estaba aún más sorprendido de la actitud de la mujer: comprobaba que no
mostraba el menor síntoma de haberse disgustado. No lo comprendía. La mujer
volvía a decirle que Jesús nos pedía amar y rezar incluso por nuestros enemigos
o por quienes nos hacen un mal. Fue tal la impresión que recibió este hombre
chino al ver la mansedumbre de la mujer que no solamente creyó en Dios y se
convirtió al catolicismo, sino que llegó a recibir años más tarde la ordenación
sacerdotal.
Los mejores argumentos que favorecieron la conversión del joven, fueron el
ejemplo y mansedumbre que hicieron vida las palabras de Jesús.
Aunque es un buen deseo mantener la calma en situaciones difíciles, habremos
experimentado lo difícil que es. Sin embargo no estamos solos para lograrlo,
contamos con la ayuda de Dios para ello. Algunos recomiendan contar hasta diez
antes de hablar airados. Seguramente será mejor solicitar la ayuda divina en
esos momentos.
San Josemaría Escrivá nos da un consejo en su libro “Camino”: “No reprendas
cuando sientes la indignación por la falta cometida. Espera al día siguiente, o
más tiempo aún. Y después, tranquilo y purificada la intención, no dejes de
reprender. Vas a conseguir más con una palabra afectuosa que con tres horas de
pelea. Modera tu genio” (n. 10).
Esforcémonos, pues, por vivir la mansedumbre sabiendo que, además de los frutos
que produce, tiene prometida la Bienaventuranza.