Saber hacer el bien.
La humildad de un “jardinero”Autor: Padre José Martínez Colín
A
continuación presento una anécdota interesante que me enviaron. Sucedió hace
años en Monterrey a un estudiante que terminaba sus estudios llamado Rogelio
Villarreal.
Rogelio había sido presidente
de la Sociedad de Alumnos. Y cuando se creó el Departamento de Extensión
Universitaria, el Rector de la universidad, Roberto Treviño, lo puso al frente.
Con todo entusiasmo se avocó
a su tarea. Uno de los problemas principales era que los estudiantes de pocos
recursos no podían adquirir sus libros. Rogelio pensó crear una biblioteca que
llamó del “Libro Alquilado”. La función sería alquilar los libros por pequeñas
cantidades a esos estudiantes.
Al sacar la lista de lo que
se necesitaba se fue de espaldas. Se necesitaban 60 mil pesos para comprarlos.
Con todo el plan detallado se presentó con el Rector, le explicó el plan y le
pidió el dinero.
Como la Universidad tenía
carencias económicas, el Rector aceptó el plan, pero no dio el dinero, sino que
le sugirió que visitara al Gobernador, le presentara el plan, y le pidiera el
dinero.
El tenaz Rogelio trepó en su
destartalado auto y se dirigió a buscar la casa del Gobernador. Ya en la colonia
donde vivía, no encontraba la calle y daba vueltas. Con este esfuerzo, el
desvencijado carro protestó y sin más ni más, se paró.
Como Rogelio no sabía de
mecánica, no pudo arreglar el desperfecto. Volteando a todas partes para ver si
alguien le ayudaba, vio en una de las casas cercanas a un hombre arreglando el
jardín, quien ya se había dado cuenta de sus problemas y se acercó para
ayudarle. Metió las manos en el motor y empezó a trabajar.
Mientras el jardinero le
hacía de mecánico, Rogelio le platicaba con entusiasmo que buscaba la casa del
Gobernador para pedirle 60 mil pesos. Y le decía que esa
biblioteca es para ellos, pues así sus
hijos podrían estudiar sin gastar en costosos libros. El jardinero mecánico,
trabajaba y escuchaba.
En poco tiempo el jardinero
logró poner en funcionamiento el renegado carro de Rogelio. Asimismo le indicó
donde era la casa del Gobernador.
Rogelio, agradecido, sacó un
billete de diez pesos y se lo ofreció al jardinero. En principio los rechazó
pero, ante su insistencia, los aceptó.
Ya para marcharse, el
jardinero le dijo: “Mire, a lo mejor en la Cervecería le pueden ayudar con los
60 mil pesos que necesita para la biblioteca”. Y le sugirió que hablara con el
señor Ricardo González.
Rogelio no pudo localizar al
Gobernador. Entonces pensó seguir el consejo del jardinero y visitar la
Cervecería.
Al día
siguiente, temprano, ya estaba el incansable Rogelio en la Cervecería. Pidió
hablar con el señor
Pero había otra sorpresa
mayor. El señor González tenía ya hecho el cheque por 60 mil pesos, que le
entregó.
Rogelio, mudo de asombro,
creía estar soñando. Pero el señor González le dijo: “El propio Don Eugenio
Garza Sada me indicó que le entregara esta cantidad para su biblioteca del Libro
Alquilado”.
Resultaba que el jardinero
mecánico, al que le había obsequiado 10 pesos, era el mismo Don Eugenio, dueño
de la Cervecería.
Una breve anécdota que
muestra a D. Eugenio como fue, un gran hombre, que en su sencillez, modestia y
humildad siempre ayudo lo que pudo, logrando un gran bien para México.