Año de la Santísima Eucaristía
Evitar el virus del “Morbus Dominicus”
La comunión como una “fisión nuclear”
Autor: Padre José Martínez Colín

 

 

1) Para saber

 

Hace poco me enviaron un relato original que describe cierta “enfermedad”, que me parece interesante conocerla para estar prevenidos.
Se trata de la "Morbus Dominicus", o llamada también “Enfermedad del domingo”. Dicen que ataca especialmente a los miembros de la Iglesia Católica. Los síntomas varían: nunca se relacionan con el apetito; nunca dura más de 24 horas; nunca se llama al médico; al final siempre resulta fatal para el alma. 
Esta enfermedad se ha propagado terriblemente y destruye a miles cada año. Incluso es contagiosa, pues si le ataca al padre o a la madre, también los hijos se ven infectados pudiendo dejar secuelas para toda su vida. 
El ataque viene repentinamente cada domingo, no se siente ningún síntoma el sábado. Por la noche el paciente duerme bien y despierta el domingo sintiéndose bien. En algunos casos los enfermos sienten el ataque estando en cama y deciden seguir acostados algunas horas más, para luego levantarse. En algunos casos el paciente se levanta y desayuna bien, pero a la hora en se escuchan las campanas de la iglesia, le viene ataque feroz hasta que terminan los horarios de las misas matutinas, entonces el paciente se siente más aliviado y come perfectamente bien. 
Durante la tarde se siente mucho mejor y está en condiciones de salir a caminar, ver la televisión o de leer el periódico, pero ¡que coincidencia! si por la tarde hay alguna celebración dominical en su iglesia, sufre un nuevo ataque y se queda en casa, necesitando distraerse en cualquier cosa. Pero el lunes por la mañana se despierta bien descansado y está en condiciones de ir al trabajo. No siente más los síntomas de la enfermedad hasta el domingo siguiente.
El virus se puede extender con facilidad entre los llamados “católicos” etiquetándose a sí mismos como “católicos no practicantes”. Cuando la persona cae victima del virus en estado de gravedad, la enfermedad puede ser fatal. La enfermedad se puede volver crónica con facilidad si no se atiende a tiempo, y la única solución es acudir con el Medico del alma. Para remediarla se recomienda acudir al médico para que nos elimine el virus mediante un tratamiento llamado “confesión”. Además, para esta enfermedad se cuenta con vacuna que es gratuita y se llama oración, se puede tomar a toda hora, en cualquier lugar, tiene un sabor delicioso, su efecto es instantáneo y despierta un gusto irresistible por estar cerca del Medico del Alma.

2) Para pensar


Este irónico relato va en consonancia con el cierre del Año de la Eucaristía que será el próximo 23 de Octubre, día en que también termina el Sínodo en Roma. 
Pues si fue voluntad de Juan Pablo II el que se dedicara todo un año a este Sacramento, y ahora el Papa Benedicto XVI, continuando esta iniciativa, ha querido finalizarlo solemnemente, ha sido para que todo el pueblo de Dios revalore la importancia que ha de tener en nuestras vidas la presencia de Jesús en la Eucaristía.
El Papa Benedicto XVI sabe la gran influencia que la Eucaristía puede tener en nuestras almas y desde ellas a los demás. Por ello comparó la comunión de la Eucaristía con un fenómeno físico, el de la fisión nuclear. Como sabemos, en una fisión nuclear, de la unión de los átomos se desprende tal energía que elimina lo que encuentra. El Papa nos dice que la Eucaristía produce en el alma tal explosión que el gran bien que llega, elimina todo el mal, irradiando a los demás el amor de Dios. La Eucaristía será la fuerza para vencer y eliminar todo el mal.
Pensemos la fe y frecuencia con que acudimos a la Santa Misa para recibir la Eucaristía.

3) Para vivir


Además de invitarnos a recibir con mayor frecuencia la Eucaristía, especialmente el día domingo, el Papa desea que llevemos la luz de Cristo a todo el mundo, cada uno al lugar donde realice sus actividades. Esa luz de Cristo la obtenemos al recibir la Eucaristía. 
Podremos llevar esa luz de Cristo a los demás si los acercamos a la Eucaristía. Sería un buen propósito revisar de entre nuestros conocidos a quién podríamos invitar a la Santa Misa y a comulgar, acudiendo antes a la confesión si fuera necesario. Es decir, proponernos erradicar la enfermedad del “Morbidus dominicus” de entre nuestros conocidos.