Es mucho el 80 aniversario.

Recuerdos de un sacerdote del Opus Dei
Autor: Padre José Martínez Colín
 
 
           En esta ocasión y con motivo del 80 aniversario de la fundación del Opus Dei, me permito compartirles un extracto que escribió D. Emilio Palafox, quien nos cuenta algunas experiencias en torno a sus encuentros con San Josemaría. Así nos lo relata el autor:

En este aniversario “no puedo menos que sacar a la luz algunos recuerdos de mi cercanía con el Fundador para compartirlos entrañablemente con el lector amigo”.

Me habían presentado al Padre Josemaría Escrivá una tarde de enero de 1941 en Valencia, la España de la post-guerra. Además de Pedro Casciaro, director de la Residencia Universitaria Samaniego, andarían por allá José Manuel Casas, geógrafo; Jesús Urteaga, joven vasco estudiante de Leyes, con alma de artista; Florencio Sánchez Bella, con quien compartía los estudios y sus pocos años; y algunos más, porque el Padre –como lo llamamos muchos familiarmente– había llegado en viaje desde Madrid.

Al darle Pedro Casciaro mi nombre, el Padre me miró con todo el afecto de su rica personalidad, que era mucho, y me dijo: –ya te conocía, ladrón... Llamo a éste «mi segundo encuentro» con el Fundador. Fue una «presentación» informal.

En ese momento yo subía dos o tres escalones, pero es incalculable lo que ascendí en ese instante y después. El Padre conoció así mi semblante feliz, el que Dios me ha concedido hasta la fecha; no tengo otro. Ya me conocía… y, con seguridad, había rezado por mí y por mi vocación, igual que por muchos.

Yo podría decir lo mismo: ya conocía al Padre, antes de haber sido presentado a él: conocía a algunos miembros del Opus Dei, reflejo vivo suyo, que eran ya mis amigos, y empezaba a meditar Camino en su primera edición (Valencia, 1939). Este había sido el «primer encuentro».  

Vocaciones al Opus Dei

Un domingo, el 15 de junio de aquel año 1941, Pedro Casciaro, me explicó claramente el Opus Dei y me invitó a entregarle mi vida totalmente a Dios, por ese camino por el que transita la gente normal, sin cambiar para nada mi situación externa.

Yo había entrevisto por aquel tiempo la entrega a Dios de mi vida, sin salirme de mi sitio, hecho que no me parecía tener precedentes. Sólo tenía una visión imprecisa de ello... ¿Era el reflejo de las vidas de Pedro, profesor universitario de una pieza o de otros?... Los veía trabajar y estudiar, hacer deporte y oración, frecuentar los sacramentos y compartir su fe con gustosa naturalidad; es decir, influir en el ambiente. Y siempre alegres…

Veo con claridad –al cabo de los años– que era la acción de la gracia, a través de todos «ellos» y de todo «aquello». Porque nada habría tenido consistencia –se hubiera desvanecido como los sueños–, sin la propuesta que el mismo Pedro me estaba haciendo. Era la vocación de entrega total a Dios en el Opus Dei.

Años después lo medité en Forja: No tengas miedo, ni te asustes, ni te asombres, ni te dejes llevar por una falsa prudencia. La llamada a cumplir la Voluntad de Dios –también la vocación– es repentina, como la de los Apóstoles: encontrar a Cristo y seguir su llamamiento... –Ninguno dudó: conocer a Cristo y seguirle fue todo uno (n. 6).

A partir del siguiente curso escolar, al iniciar los estudios de ciencias biológicas en la Universidad Complutense, conviví largamente con el Padre hasta 1945.