Para acertar al tirar al blanco.

Aprender del deporte
Autor: Padre José Martínez Colín
 
 
Hay un relato que me compartieron muy a propósito de los juegos olímpicos, pues se trata del Tiro con Arco, del cual podemos sacar unas bonitas conclusiones.


Comentaba el autor que todos somos como arqueros de la voluntad Divina. Por lo tanto, es indispensable conocer los instrumentos que tenemos a nuestra disposición y que son tres.


En primer lugar está el ARCO. ¿Qué puede significar? El arco es tu vida: de él viene toda tu energía. La flecha un día partirá de él. Pero es necesario que haya periodos de inacción; pues un arco que está siempre armado, en estado de tensión, pierde su potencia. Por tanto, hay que aceptar el reposo para recuperar la firmeza. Y así, cuando estires la cuerda, tu fuerza estará intacta. Un arco tiene flexibilidad, pero también tiene un límite. Un esfuerzo más allá de su capacidad lo romperá, o dejará exhausta la mano que lo sostiene. Del mismo modo, no exijas de tu cuerpo más de lo que te pueda dar, hay que saber aceptar nuestras limitaciones. Y recuerda que un día llegará la vejez, y eso es una bendición, no una maldición.


En segundo lugar está la FLECHA. ¿Qué significa? La flecha es tu intención. Es lo que une la fuerza del arco con el centro del blanco. La intención del ser humano tiene que ser cristalina, recta, bien equilibrada. Una vez que la flecha parta, no volverá. Si los movimientos no han sido precisos y correctos, es mejor interrumpirlo, esperar y no actuar precipitadamente sólo porque el arco ya está tenso. La intención puede ser salvar o matar, por eso es preciso ser claro en nuestras intenciones. Pero nunca dejes de manifestar tu intención si lo único que te detiene es el miedo a errar. Si hiciste los movimientos correctos, da los pasos necesarios y acepta el reto, abre la mano y suelta la cuerda. Aunque no des en el blanco, sabrás afinar la puntería la próxima vez. Si no te arriesgas, nunca sabrás qué cambios eran necesarios.


Y en tercer lugar está el BLANCO, que es el objetivo que hay que alcanzar. Lo escogiste tú libremente. En eso reside la belleza del camino, es personal: no puedes nunca disculparte diciendo que el adversario era más fuerte, pues fuiste tú quien escogió el blanco, y tuya es la responsabilidad. Si ves en el blanco a un enemigo, puede que aciertes el tiro, pero no te mejorarás en nada a ti mismo. Tampoco si escogemos como blanco una cosa de papel o madera, o algo completamente inútil, pues luego nos quejaremos de que nunca hicimos nada interesante. Por eso, tienes que escoger un buen objetivo y dar lo mejor de ti para alcanzarlo, tratándolo con respeto y dignidad: tienes que saber qué significa y cuánto esfuerzo, entrenamiento e intuición te ha exigido. Al mirar al blanco hay que mirar también todo lo que sucede alrededor. El objetivo sólo existe en la medida en que un hombre es capaz de soñar con alcanzarlo. Lo que justifica su existencia es el deseo, sin el cual sería una cosa muerta, un sueño distante. Así, del mismo modo que la intención busca su objetivo, el objetivo también busca la intención del hombre, pues es él quien da sentido a su existencia: ya no es sólo una idea, sino el centro del mundo de un arquero.