Somos creados por Dios para ser felices

Autor: José L. Caravias, S.J.

    

 

Es curioso cómo en diversas catequesis se ha presentado a Dios como enemigo de la felicidad. A mucha gente le parece que seguir a Dios es un camino tortuoso, que pone en peligro la propia realización humana. Intentemos poner al derecho esta imagen desquiciada de Dios.


Todos podemos constatar que nuestro ser nunca se satisface a plenitud. Continuamente está a la búsqueda de algo más. Es que estamos hechos para la totalidad de la vida, de la verdad y del amor. Nuestro corazón no se llena nunca del todo porque todas las cosas y las personas son limitadas y nuestra capacidad ilimitada de amor tiende al amor perfecto y perdurable, que sólo se encuentra en Dios.


El apasionado amor creador de Dios palpita en el núcleo de nuestro ser. Él continúa formando en cada momento lo que nos convierte en seres humanos concretos, en continuo crecimiento. Su amor creador sustenta nuestro ser en todos sus aspectos, pero respetando nuestra libertad, nuestras responsabilidades y nuestro ritmo normal de crecimiento.


Todo lo que existe tiene sentido para Dios, aunque para nosotros parezca no tenerlo. Todos nosotros somos sueños del amor de Dios; sueños, y no pesadillas; sueños muy lindos. Él nos ama como personas reales y concretas, obra de sus manos, con una increíble capacidad de crecimiento. Algo anda mal en nuestra espiritualidad cuando pensamos que si Dios nos amara más nos habría creado distintos, con más cualidades y menos defectos… Él nos quiere así como somos y está dispuesto a hacer maravillas partiendo de nuestra palpitante realidad. Nosotros, como él, tenemos que aceptarnos como somos, con nuestras cualidades, nuestras limitaciones y nuestros defectos, y a partir de ahí, crecer sin medida... No puedo ser feliz envidiando o queriendo imitar a otros, sino siendo yo mismo... 


Dios crea "por amor", porque quiere compartir su amor: no sólo tener a quién amar, sino también tener quien lo ame a él. Por eso me ha hecho inteligente y libre: para que pueda llegar a amarlo como él me ama, y pueda también amar a sus otros hijos al estilo de cómo él los ama.


Si me desarrollo hasta llegar a ser la persona que Dios desea que yo sea, daré testimonio del amoroso poder creador de Dios. Una persona plenamente desarrollada es la gloria de Dios. Si sé coherentemente quién es Dios, quién soy yo y quiénes son mis hermanos, y trato de desarrollar las esperanzas de Dios para conmigo y para con mi mundo, seré de veras feliz.


Sentir profundamente el amor creador de Dios es la puerta de entrada para toda experiencia religiosa. Por ello invito a mis lectores a confeccionar, agradecidos, una lista de las cualidades que Dios les ha dado, las que ya dan fruto, las que están en desarrollo y las que todavía se mantienen sólo en semilla. Las parejas, cada uno le puede decir al otro cómo ve en él o en ella los dones de Dios.


Lo importante es llegar a convencernos plenamente de que Dios, que es siempre enteramente bueno para con todos, quiere nuestra completa felicidad y para ello tiene hermosos proyectos sobre cada uno de nosotros, que, con su ayuda, son totalmente realizables. Pero a nadie le impone sus proyectos. El respeto de Dios a nuestra libertad creo que es uno de sus misterios más insondables.


La felicidad tiene que pasar necesariamente por el juego de la libertad, don sagrado que Dios nos da para que nuestro amor pueda ser auténtico; don lleno de riesgos, pero fundamental. Él respeta nuestras decisiones, por más riesgosas que sean. Podemos realmente elegir entre el bien y el mal, o entre lo muy bueno y lo menos bueno, entre ser realmente felices o serlo sólo a medias... 


Dios tiene hermosos proyectos para con todos nosotros, está siempre dispuesto a ayudarnos, pero jamás se impone a la fuerza. Él puso la marcha de la Historia en manos de la Humanidad. Y responsablemente la sigue dejando en nuestras manos, por más que nosotros, como locos chiquilines, cada rato intentamos devolverle el timón de la Historia... O nos inventemos diosesillos fáciles, a los que cargar o culpar nuestras irresponsabilidades.

Padre Dios, muéstranos el futuro que ven en nosotros tus ojos. 


Nos haces partícipes de tu inteligencia, para que reconozcamos y desarrollemos tu presencia activa en la Creación y vayamos desarrollándola según tu hermoso proyecto.


Nos das un corazón para amar a semejanza tuya, lleno de energías insaciables.


Nos regalas estas manos, expresivas y serviciales, para crear maravillas…


Nos das voz para cantar al amor y a la belleza, a la amistad, a la lucha por la verdad y la justicia… 


Nos pones como tarea desarrollar todos tus dones, de forma que cada vez nos parezcamos más a tu familia divina, respetuosos en la diversidad y complementarios por amor.


Nos haces partícipes de tu poder creador, capaces de desarrollos maravillosos al servicio de todos tus hijos.


Ayúdanos a reconocer con sencillez todas nuestras capacidades humanas, a desarrollarlas sin fin y a ponerlas con eficiencia al servicio de los hermanos. En el respeto y la complementariedad, queremos construir responsablemente un mundo justo y bello, lleno de amor, como tú quieres.