Los mal vistos en tiempo de Jesús

Autor: José L. Caravias, S.J.

    

 

Palestina en tiempo de Jesús era una teocracia: las normas sociales estaban dirigidas por ideas religiosas y los mismos gobernantes eran personas religiosas.

 La división de clases sociales dependía en gran parte de las actitudes religiosas, de si se cumplían o no ciertas leyes religiosas, reducidas básicamente en aquel entonces al cumplimiento del sábado y a la observancia de las purificaciones legales, cosas que difícilmente podían cumplir los pobres.


El mundo de los pobres en esta época estaba formado principalmente por campesinos, en su mayoría peones de haciendas, artesanos y multitud de gente sin trabajo, que se dedicaba a pedir limosna o al pillaje. Entre ellos había multitud de enfermos...


El pueblo, generalmente analfabeto, hablaba el arameo. Las clases cultas hablaban y leían el hebreo, el idioma de la Biblia y de todos los escritos oficiales de Judea. Estaba prohibido rezar a Yavé en el idioma popular, como cosa indigna.

 

 Por ello el pueblo estaba condenado a no entender gran parte de todas esas prácticas imprescindibles para ser considerados buena gente.


Pero lo más grave no era que no entendiesen, sino que en la mayoría de los casos ni siquiera podían cumplir estas normas. Un campesino o un artesano no podía detener tres veces al día su trabajo para realizar complicados lavatorios rituales y poder así dirigirse a Dios con los rezos prescritos. Ni podian tampoco cumplir la observancia del sábado, en el que no se podía trabajar absolutamente nada, ni curar, ni cocinar, ni aun casi ni caminar. Un pobre no podía permitirse esos lujos...
Por ello los fariseos consideraban "pecadores" a todos los pobres. Su estado de pobreza era mirado como castigo de Dios, indignado contra sus inobservancias.

 Murmuran de ellos: "Esa gente, que no entiende la Ley, está maldita" (Juan 7,49). 
Dice un escrito de la época: "Un fariseo no se quedará nunca como huesped en la casa de esa gente, así como tampoco la recibirá en la suya". Una lista de normas añade: "Está prohibido apiadarse de quien no tiene formación".


Se conservan listas de los oficios mal vistos en aquella época. Y llama mucho la atención que el primer lugar de estos oficios desprciados lo ocupa con frecuencia la ocupación de pastor. Los pastores no podían ser testigos en un juicio ni ocupar ningún cargo público. Se les miraba como gente ladrona y mentirosa. Para nosotros, los pastorcitos de Belén se han convertido en algo romántico, pero a los fariseos, en cambio, les sentaría muy mal lo que dice San Lucas de que la venida del Mesías fue anunciada en primer lugar a ellos.


Parece que el oficio peor visto era el de curtidor de pieles. Tanto, que era el único caso en el que se permitía a una mujer divorciarse de su marido: si éste era curtidor. Sólo conociendo este desprecio se puede apreciar el mensaje de Pablo cuando dice que se ha hospedado en casa de un curtidor de pieles: fue a buscar la casa del más despreciado...


En los documentos de los monjes esenios, contemporáneos de Jesús, descubiertos junto al mar Muerto, en el año 1945, se encuentran frases como éstas: "No me apiadaré de los que se apartan del camino". Y así oraban acerca de los que ellos consideraban pecadores: "Maldito seas; que nadie tenga misericordia de ti: tus obras son tinieblas. Que seas condenado a la obscuridad del fuego eterno".


Jesús se sublevó contra toda esta forma de pensar. El no podía aceptar la idea de Dios que se escondía en los entretelones de todo esto. Su Padre Dios no era manipulable ni encasillable, de forma que tuviera que considerar "justos" a los que cumplían ciertas normas de conducta, y castigar como "pecadores" a todos los pobres que ni entendían, ni podían cumplir tan complicadas normas.


A los que aquella sociedad llamaba "malditos de Dios", Jesús los llamó "benditos de Dios", como muy bien lo resume el mensaje de las Bienaventuranzas. Escribas y fariseos predicaban que los pobres ignorantes estaban excluídos del Reino de Dios: eran pecadores, ya condenados. Jesús les dice que de ellos es el Reino de Dios... El vuelco que da Jesús a toda aquella manera de pensar es total.