Las clases sociales del tiempo de Jesús

Autor: José L. Caravias, S.J.

    

 

A la muerte de Herodes el Grande, cuando Jesús tenía aproximadamente dos años, el Imperio Romano tuvo que sofocar en Palestina varias revueltas populares. Judea, Idumea y Samaría pasaron a ser una sola provincia, administrada por un procurador. Galilea y Perea durante algunos años siguieron siendo consideradas como reino de Herodes Antipas. Iturea y Tracónide eran tetrarquía de Filipo. Fueron años de inestabilidad política y de muchas revueltas. Estas divisiones administrativas que hicieron los romanos provocaron disputas entre las diversas regiones y muchas luchas por el poder entre las familias de la aristocracia local.


Los romanos reprimían cruelmente estas revueltas. El resultado de aquellos años fue la suma de 2.000 crucificados, además de los muertos en combate, de los prisioneros y de los vendidos como esclavos.


En cuanto se establecía militarmente el orden, los romanos procuraban garantizar el control militar del país y recibir todos los impuestos de los dominados; pero respetaban en la medida de lo posible la religión y una cierta autonomía de la administración política local de los pueblos. Por ello en Palestina mantenían el liderazgo del Sumo Sacerdote y del gobierno religioso de Jerusalén.
Geográficamente Palestina tenía dos regiones bien distintas en sus características productivas y culturales. 


Al norte, Galilea, región rural y pobre. El suelo era fértil, pero estaba bastante concentrado en latifundios, cuyos dueños vivían en el sur o en Roma.


Judea, en el sur, era un región montañosa, poco apta para la agricultura y, por consiguiente, menos rural. Todas sus actividades se concentraban en Jerusalén, alrededor del templo y del comercio.


Roma cobraba pesados impuestos al pueblo de Palestina, y ofrecía algunos servicios, como caminos y canales de riego. Este sistema generaba intermediarios y aprovechadores. Cada hombre pagaba impuestos a partir de los 14 años.


Existía el tributo al Emperador, pagado por todos los habitantes del Imperio, y existía también otro impuesto que sustentaba al ejército romano de ocupación. Así los oprimidos financiaban al ejército que los oprimía. Además de esto, estaba el tributo para el templo y aun el diezmo para los sacerdotes. El conjunto de estos impuestos era muy alto. A Roma pagaban los campesinos aproximadamente el 25% de sus cosechas y al Templo algo más del 10%.


El jornal diario de un campesino era un dracma o un denario romano, que equivalía de 3 a 4 gramos de plata. Se necesitaban 4 dracmas para tener un siclo, la moneda judaica del Templo. Cien dracmas valían una mina y 6.000 dracmas equivalían a un talento. Judea debía pagar anualmente a Roma la suma de 600 talentos. Además, estaban los impuestos que quedaban en la propia provincia.


La mayoría del pueblo vivía hundido en una terrible pobreza. En las aldeas de Galilea existían aún antiguos pequeños propietarios campesinos, que intentaban resistir en régimen de autosubsistencia. Pero tenían que pagar impuestos. Había muchos trabajadores rurales empleados como jornaleros en los grandes latifundios. Existían además los artesanos del campo, que generalmente trabajaban como campesinos en tiempo de siembra y cosecha, y en las otras épocas trabajaban en cosas sin importancia. Hoy diríamos sub-empleados. En el idioma arameo se les decía simplemente "carpinteros".


Roma fue poco a poco concentrando tierras y los campesinos convirtiéndose en "pueblo de la tierra" (am'ahares), sin derecho a nada y además considerados impuros por la religión oficial.


Además se debe mencionar al esclavo propiamente dicho; esclavo doméstico o esclavo de la gleba.


La familia era muy patriarcal. Las mujeres y los niños no tenían libertad o seguridad en este tipo de sociedad.


El templo era la sede del gobierno (Sanedrín). Era una especie de banco central, además del lugar sagrado del culto. El gobierno estaba constituído así: Roma era la autoridad suprema. Intervenía cuando lo juzgaba necesario. Pero generalmente dejaba a las provincias una cierta autonomía. El delegado de Siria mandaba en Judea a través de un procurador que fiscalizaba la recolección de impuestos y velaba por el orden público. 


Localmente quien de hecho gobernaba al servicio de Roma era el Sanedrín, un tribunal de 71 miembros elegidos entre los sacerdotes de las principales familias y otros nobles. El Sanedrín se ocupaba de la justicia y del culto. Era coordinado por el Sumo Sacerdote, nombrado anualmente por los romanos.


Muchos de los miembros del Sanedrín venían del partido de los saduceos. Eran aristócratas, y muchas veces latifundistas. Colaboraban con los romanos. En el plano religioso eran conservadores. 


La aristocracia sacerdotal estaba constituída por el Sumo Sacerdote en funciones en aquel año y por otros que ya antes habían sido sumos sacerdotes.

 

 Participaban también de esta categoría, el comandante, los siete vigilantes y los tres tesoreros del templo. Toda esta aristocracia ligada al templo legitimaba con el poder religioso la concentración en sus manos de las tierras de los pequeños. 
Existía además una aristocracia laica, constituída por latifundistas, comerciantes y cobradores de impuestos. En el Nuevo Testamento se les llama "ancianos" o "príncipes del pueblo".


Algunos sacerdotes unían la función de propietarios de tierra y la de comerciantes. Cuentan, por ejemplo, que Anás mantenía la exclusiva de la venta de los animales que eran usados para los 329 sacrificios diarios del templo.
Los fariseos constituían el segundo partido político importante. Fariseo significa separado. Había varias clases de ellos, algunas más populares, otras más elitistas. Generalmente eran doctores de la ley, hombres religiosos y más abiertos que los saduceos.


Los esenios eran una especie de monjes que vivían en el desierto del mar Muerto en comunidades ascéticas regidas por una regla monástica. Profesaban un cierto mesianismo político, no estaban de acuerdo con los cultos del Templo y se preparaban para la guerra santa.


El grupo de los zelotas vivía en estado de guerra. Representan el ala más radical de los fariseos. Querían liberar al país del yugo romano y realizar la llegada del Reino de Dios a través de la acción revolucionaria. Así movilizaron al pueblo con promesas de liberación y se organizaron clandestinamente en las zonas montañosas para la lucha armada contra los romanos.