Jubileo: abre tu mano

Autor: José L. Caravias, S.J.

 

 

Los cristianos estamos celebrando un "Año de Jubileo". Y las agencias de viaje lo destacan con frenesí. Tanto, que para el común de los mortales celebrar el Jubileo les suena a algo así como una linda excursión a tierras lejanas, inalcanzable para sus agujereados bolsillos.

Hay sectores eclesiásticos que se esfuerzan, en cambio, en poner el Jubileo al alcance de todo el mundo, como moneditas de curso corriente. Bastaría con confesarse, dar una limosna y visitar un templo de cierta importancia...

Sería interesante remontarnos a los orígenes históricos del Jubileo para acercarnos con seriedad al qué y el por qué de esta sagrada institución, en la que hundimos raíces judíos y cristianos. Para ello vamos a bucear un poquito en la historia bíblica.

En primer lugar quiero aclarar que no se trataba de costumbres aisladas, sino de toda una espiritualidad, que nacía de su fe en Dios y englobaba toda su vida.

La fe en Yavé trajo una novedad absoluta. En contra de todas las creencias religiosas hasta entonces en boga, Yavé se presentaba como Padre que lo hace todo para todos sus hijos. No tenía hijos predilectos, ni hijos secundones; no hacía ricos a los ricos y pobres a los pobres... Él quería que todos sus hijos alcanzaran una vida digna. Por eso Israel se esfuerza en organizar su vida de forma comunitaria.

Desde la experiencia del Éxodo en Egipto, ellos ven la presencia activa de Dios en todo lo que sea liberarse de toda atadura de opresión o marginación. Amós les había enseñado que la fe en Yavé exige justicia. Y Jeremías les había afirmado que prácticar la justicia es señal clara de conocimiento de Dios.

El capítulo 15 del Deuteronomio es clave para entender el espíritu del Jubileo. Según él, el ideal de los creyentes en Yavé es que no debe haber ningún necesitado en medio de ellos. Pero como de hecho existen, debido al orgullo y al egoísmo humano, por ello se pide que los creyentes tengan dos actitudes fundamentales: a) "no endurezcas tu corazón" ante las necesidades de tus hermanos; b) "ábrele tu mano" y préstale todo lo que necesita para vivir. Recomiendo leer todo el capítulo.

El Jubileo es una actitud generosa de servicio ante las necesidades de los demás. Si creemos en serio que todos somos por igual hijos de Dios y, por consiguiente, todos merecemos una vida digna, no es posible "endurecer el corazón" ante necesidades vitales de hermanos nuestros. El Jubileo es tomarse en serio la unión entre fe y vida social. Es rebeldía profunda y eficaz en contra de todo tipo de exclusión, miseria y explotación. Es creatividad en búsqueda de soluciones estructurales, de forma que llegue a ser posible un reparto equitativo de los bienes de Dios.

En aquellos tiempos, la vivencia del Jubileo les llevó a poner en práctica costumbres maravillosas, siempre con la mirada puesta en aliviar todo lo posible las penurias de "huérfanos, viudas y emigrantes", los más pobres de entonces. Pero no se contentaban con aliviar penas. Su meta era conseguir frenar el enriquecimiento de unos pocos, y la consecuente miseria de las mayorías. En un próximo artículo desarrollaré este tema.

Pienso que el Jubileo se apoya en tres pilares: el fundamental, el de la defensa de una vida digna; y dos complementarios, la defensa de la propiedad y de la plata familiar. Se defendía la vida, la propiedad y la plata, una vez que estaban bien repartidas, a cada familia según el número de sus miembros. La propiedad y el ahorro familiar son considerados como sagrados sólo en la medida en que están bien repartidos. El acaparamiento de bienes, en cambio, es mirado como maldito.

La vida era considerada como el regalo por excelencia de Dios, una vida digna y fraterna. De ahí nace su preocupación constante por los desafortunados. Como punto especial que defendiera la calidad de la vida, estaba el mandato del descanso semanal, en el que pudieran cultivar sus valores familiares, culturales y religiosos.

La tierra siempre fue vista como el otro gran regalo del amor de Dios. Por eso los creyentes se sentían obligados a devolver a Dios su amor repartiendo fraternalmente la tierra y cuidándola con todo cariño. Que alguien quedara sin tierras o acaparara demasiado tierra era visto como una ruptura de la Alianza.

La plata no era vista tan directamente como don de Dios, pero se insiste continuamente en su oficio de medio para poder vivir dignamente y, principalmente, para poder ayudar a los necesitados.

La fe en el Dios bíblico fue cuajando poco a poco en actitudes, costumbres y leyes, todas ellas encaminadas a construir un mundo de hermanos. El ideal era que a ningún hijo de Dios le faltase lo necesario para poder vivir dignamente; y para ello era necesario cuidar también que nadie acaparara los bienes de Dios, dejando así a los demás sin lo necesario.

El espíritu del Jubileo llevaba a tener, pues, una actitud de atención primordial a la dignidad humana. El dolor que les producía ver a un ser humano no viviendo según su dignidad, les provocaba actitudes concretas para resolver cada caso concreto y para buscar aniquilar toda desigualdad hiriente. Por eso el Jubileo producía eso: júbilo, alegría. Jesús lo complementará y lo actualizará al predicar su "Buena Nueva".

Nosotros debemos captar su espíritu y actualizarlo según nuestras necesidades...