Honrar padre y madre

Autor: José L. Caravias, S.J.

 

Todos los Mandamientos encierran una novedad con respecto a la forma de vida que se tenía en Egipto, país del que estaban saliendo los israelitas. Se trata de leyes para liberarse de la esclavitud. Ellos están marchando en busca de algo nuevo, totalmente distinto a lo anterior, tan distinto como es pasar de la esclavitud a una hermandad en la que se comparte todo.

En cada Mandamiento del Sinaí tenemos que saber detectar lo que tiene de novedoso, como contraste con la vida de opresión anterior. Cada Mandamiento combate una de las causa de la esclavitud pasada.

El cuarto Mandamiento se expresa en el libro del Exodo con una promesa especial por parte de Dios: Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra que Yavé, tu Dios, te da"   (20,12).  Se trata de familias en sentido amplio: grandes familias patriarcales, que vivían en el mismo lugar y estaban unidas entre sí por lazos de parentesco.

El mandato de honrar a los padres no era nada novedoso. Eso ya existía en Egipto. Lo nuevo aquí es que  se une el respeto a los padres con su supervivencia en aquella tierra fraterna, por la que tanto habían luchado. En Egipto todo estaba sometido al poder centralizador del faraón. Era una organización no igualitaria, hecha de arriba abajo. El único poder o autoridad reconocida era la del faraón. La autoridad de los otros venía de él. La organización de aquella sociedad era como las pirámides: el faraón estaba arriba, y así iban bajando hasta llegar al pueblo esclavo, que estaba totalmente abajo, sometido, sin capacidad de reflexión ni de decisión.

Esta forma de vida no debía repetirse en el pueblo que se liberó con tanto esfuerzo de la esclavitud de Egipto. Por eso, en la nueva organización, la autoridad ya no venía de los gobernantes, sino de las "familias". Cada familia tenía su jefe, su "padre". Varias de ellas se reunían en un clan, dirigido por su "más anciano". Varios clanes se reunían en una tribu, coordinada por un "príncipe". Ninguno de estos servicios era permanente. Los representantes de los clanes y las tribus sabían reunirse en asambleas para discutir y decidir los asuntos referentes a la marcha de todo el pueblo. En el capítulo 24 de Josué encontramos el relato de una de estas asambleas.

La base de este nuevo sistema era el respeto por la autoridad de los "padres". Ninguno de los Diez Mandamientos pide que se obedezca al rey. Israel siempre fue muy crítico con los reyes. En los primeros dos siglos de su vida autónoma nunca quisieron ninguna clase de gobernante supremo. Sólo en caso de guerra nombraban temporalmente a quien les dirigiera, bajo el nombre de "juez". Cuando más tarde, por la amenaza constante de los filisteos, se vieron obligados a nombrar un rey, le exigíeron que se comportase como "hermano": "No se  pondrá orgulloso, ni mirará en menos a sus hermanos, y no se apartará de estos Mandamientos..."   (Deuteronomio 17,20).

Con este sistema de organización comunal fraterna el pueblo estaba en condiciones de controlar  los abusos del poder por parte de los grandes. Así su autoridad era menos prepotente, ya que estaban obligados a rendir cuentas al pueblo. Así, por ejemplo, Samuel, al concluir su oficio de juez, rindió cuentas de su gestión. Con ello se pretendía que nadie se pudiese convertir en acaparador de bienes y de mando, y oprimiese así a sus hermanos. Por ello el Mandamiento afirma que el respeto a la autoridad de los de abajo, a partir de la propia familia,  era la condición para  poder seguir viviendo largamente en aquella tierra de fraternidad.

El cuarto Mandamiento, pues, apoya la organización del pueblo, a partir del núcleo más pequeño, el familiar, y a raiz de él, va subiendo en círculos más amplios, siempre en ambiente de respeto fraterno, diálogo y responsabilidad.

En la base de todo ello está la fe en un Dios común, Padre de todos, que lo ha hecho todo para todos. Y el mejor servicio que se le puede rendir es comportarse como hermanos, a todos los niveles.