HEBREOS: En todo semejante a sus hermanos

Autor: José L. Caravias, S.J.

    

 

El misterio de la encarnación es el misterio clave de la fe cristiana, resumen y plenitud de la revelación de Dios. La encarnación de Dios fue un escándalo para los religiosos fariseos y locura para los sabios griegos (1Cor 1,17-25).

 Deberíamos fomentar más el sentido de escándalo, de admiración y extrañeza por la encarnación. Hemos dulcificado y romantizado tanto el nacimiento de Jesús, que su cruda realidad no nos cuestiona ni nos exige nada. 


Ante la división de los mundos en espiritual y material, que hace la filosofía aristotélica, de la que aun vivimos, la encarnación es un disparate. “Verbo” y “carne” eran dos realidades irreconciliables: los “sabios” de entonces saltarían de indignación. El “Verbo” significaba todo lo divino, lo sublime, lo eterno, la perfección sin límites; la “carne” era el símbolo de lo despreciable, lo corruptible, lo pasajero, lo imperfecto. Pero lo sublime se hace corruptible, lo eterno se convierte en temporal, lo infinito se hace limitado... ¡Blasfemia para los piadosos e insensatez para los sabios! Pero maravillosa esperanza para los que creemos en el Amor...


Hasta que no aceptamos el misterio amoroso de la encarnación, persiste en nosotros la tendencia pagana de rechazar una noción de Dios hecho hombre. Preferimos que Dios se quede en su “cielo”, todopoderoso, majestuoso, solitario, perfectamente feliz en sí mismo… Así es más cómodo vivir nosotros egoístamente aislados. Pues acarrea serias consecuencias creer en una persona divina que “trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, actuó con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre” (Vaticano II, GS. 22).


Algunos teólogos sostienen que el pecado de los ángeles habría sido la no aceptación de la encarnación: ellos, que conocían perfectamente a Dios, se negaron a aceptar la encarnación, como cosa disparatada. 


¿Para qué y por qué se hizo Dios ser humano? Hombre completo, pleno, con todos los pasos normales de crecimiento y las vivencias propias de un humano normal y corriente. Se podría haber hecho hombre sabiéndolo todo, ya crecido, en la era de las comunicaciones masivas, con poderes extraordinarios… Pero no, “se hizo en todo semejante a nosotros” (), con nuestra mismas tentaciones, nuestros sufrimientos y nuestros problemas. Se hizo “carne y sangre”, igual que nosotros. Mordió la dureza de la vida. 


¿Por qué y para qué lo hizo del modo que lo hizo?


Porque él no vino a ayudar a ángeles, sino a seres humanos. Por eso tuvo que hacerse semejante a nosotros en todo (Heb 2,16). 


Antiguamente Dios se había mostrado misericordioso, pero siempre desde arriba hacia abajo. Él podía estar tan tranquilo en su cielo, y desde allá derramar sus dones a estos pobres mortales, pero sin tocarle a él el dolor ni la muerte. Por eso protestaron con rebeldía Jeremías, Habacuc y Job.


Pero Dios es amor, y el amor acerca a los amados. Dios, desde su grandiosidad, se acercaba todo lo que podía a sus criaturas humanas. Pero los humanos le echaban en cara a Dios su lejanía y dudaban de la efectividad de su amor.


Por eso, en reunión de familia, como dice San Ignacio en sus Ejercicios, decidieron que uno de los tres viniera a hacerse de veras hombre para poder sentir en carne propia las experiencias de los humanos. Así la familia divina llegaría a comprenderlos mejor, y los humanos, a su vez, sentirían a la divinidad más cercana y comprensiva. Pero era necesario que la experiencia fuera en serio: el Hijo tenía que hacerse realmente hombre, con todas sus consecuencias. Sin dejar de ser Dios, tenía que ser plenamente hombre. Y así fue.


La Carta a los Hebreos, escrito alrededor del año 90, poco antes del Apocalipsis, aclara las razones de la encarnación en 2,14-18 y 4,15-16. Afirma que Jesús “no se avergüenza de llamarnos hermanos” (2,11), pues “tuvo que hacerse carne y sangre” (2,14), tan débil y frágil como nosotros.


Para poder hacer de puente entre lo divino y lo humano “tuvo que hacerse semejante en todo a sus hermanos” (2,17). Fue “probado por medio del sufrimiento”; y por eso es capaz de ayudar a los que son puestos a prueba” (2,18). Él “no se queda indiferente ante nuestras debilidades, por haber sido sometido a las mismas pruebas que nosotros” (4,15).


“Por lo tanto, acerquémonos con confianza a Dios, dispensador de la gracia; conseguiremos su misericordia y, por su favor, recibiremos ayuda en el momento oportuno” (4,16).


Con toda confianza podemos entrar en la intimidad de Dios, porque Jesús, a través de su carne, “inauguró para nosotros un camino nuevo y vivo” (10,19). Su compromiso lo hace “digno de confianza” (10,23).


Antes era difícil y tortuoso llegar a Dios. Desde la concepción y nacimiento de Jesús, el nuevo puente construido por él nos puede llevar a Dios de forma directa y segura. 


No podemos quejarnos ya de la lejanía de Dios. Él es amigo íntimo, que nos quiere y nos comprende porque ha pasado las mismas pruebas que nosotros. Y, si él las superó, sabrá ayudarnos también a nosotros a superarlas. Con toda confianza le podemos echar el brazo sobre el hombro y llamarlo compañero. Ésta es la gran noticia, siempre nueva y fresca, que trae el Niño Dios.


Lástima que para muchos esta “ buena nueva” todavía no le ha llegado al corazón. Debemos hacer crecer esta confianza de tal manera que lleguemos a sentirnos hijos, de igual a igual, con Jesús, en plenitud.


Lo que Dios quiere es que Jesús sea el testigo vivo del amor de un Dios Papá lindo, de manera que pase lo que pase, siguiera creyendo en ese amor. 
En los documentos de Qumrán, el breviario de esos monjes, le piden a ese Dios justiciero que nunca sea débil ni perdone a los paganos, sino que se mueran y ardan para siempre en el infierno. Ese no es el Dios de Jesús.

Caso: Caravias en Ecuador, invitado por una comunidad indígena muy próspera en Ingapirca. A 3500 m. para un curso bíblico de 5 días. Tenían un hambre de Dios increíble. Se le subió la presión al tercer día. Nadie le creía que estaba mal y no podía seguir trabajando en la altura y el cansancio. Pensaban que era por la comida, por estar entre indígenas. Cuando apareció uno de la comunidad que había sufrido de presión alta, le dio mucho consuelo el hecho de que lo comprendía. Luego esa persona le dijo que conocía una hierba medicinal. El consuelo se convirtió en Esperanza. Cuando lo buscaron, se compuso y acabó bien el curso. Consuelo, Esperanza y Realización (Plenitud) fueron los pasos. Eso es lo mismo que dice Hebreos. 


La clave está en Hebreos: porque vino a servir a seres humanos de carne y hueso (y no a ángeles), hijos de Abrahán, llenos de sufrimientos, Jesús tuvo que hacerse igual en todo: de carne, sangre y sufrimiento. Y esto por necesidad de amor: Si se enamoran dos personas de distinta clase social o cultura, tendrán que buscar igualarse. Caso contrario, el amor no puede crecer.


Al decir Hijos Adoptivos, no quiere decir hijos de segunda, sino legítimos, con los papeles en regla, con todos los derechos de vivir en la casa del padre. Por eso Dios tuvo que hacerse muy cercano. Pero por necesidad de amor. Para que lo sintamos chamigo, cuate, cumpa que nos comprende en todo. Para eso tuvo que sufrir y pasar todas las que pasamos nosotros. De esta manera, nos da el consuelo de sentirlo cercano y que por eso nos comprende en todo.


2º El estuvo en lo más hondo del pozo, pero triunfó en todo, y eso nos da la esperanza de que también nosotros vamos a triunfar en todo.
3º Y junto a él ya estamos triunfando, porque él ya triunfó.


Muchos, por defender a Dios, le quitan algo de humanidad a Jesús. Y se parecen a los “amigos” de Job. Pero se trata de aceptar la realidad de un Dios plenamente Dios, que se hace plenamente hombre.


Hubo un corriente teológica en la Iglesia (a comienzos del siglo) que afirmaba que Jesús sabía todo por ciencia infusa (metida por Dios, directamente, sin necesidad de aprender). Pero ése no es el Jesús de Heb ni de la Biblia.


Por lo que dice Heb , no podemos hablar de que somos indignos. No porque nosotros nos purifiquemos y dignifiquemos, sino porque Dios se bajó a nosotros. Por eso ya no hay indignidad. Porque Dios es el que nos dignifica bajando a nuestro nivel en Jesús.


El no creer a fondo en la encarnación, nos lleva también a creer que Jesús nació por un parto “especial” sin romper el himen de María… y quita a todas las mujeres el derecho de sentir a María cerca durante sus propios partos, etc.
Y nos da una falsa concepción de la virginidad. El sexo por amor no quita la virginidad… En el fondo de esto hay una falsa concepción de la sexualidad, de la corporeidad. También se decía (y se dice aún) que la Virgen no sufrió el parto por no tener pecado original… Pero entonces los sufrimientos de Jesús también serían una pura farsa.


Toda esta falsa concepción contradice la Biblia y nos quita el regalo más lindo de Dios.


El primer sufrimiento de Jesús debe haber sido mucho antes del parto, cuando María supo que estaba embarazada y no de su prometido: esto automáticamente la condenaba a muerte, apedreada públicamente. Aún estando comprometida, y si José reconocía al hijo, el haber “arrancado antes de tiempo” era un pecado muy grave.


José sabe bien que Jesús no era suyo. Lo habrán cargado sus amigos. Primero piensa en abandonarla, firmándole un acta de divorcio… lo cual es reconocer que el hijo es suyo. No piensa en denunciarla (para eso amaba demasiado a María). Piensa que aquí hay un misterio demasiado grande y piensa que sale sobrando… El ángel le dijo que no, que no sobraba. Y por eso se casa con María.


Hasta en esto, Jesús se hace semejante a tantos hijos de madre soltera. También comparte ese dolor. Cuántas mujeres se sienten repudiadas por ser madres solteras: rechazadas aun por sus padres. La heroicidad de la chica soltera que acepta su maternidad, en lugar de abortar (y a eso se la empuja desde todos lados) debe encontrar apoyo en María.


Jesús sintió también ese dolor, ese trauma de ser rechazado desde el primer momento. Y ahí probablemente está la causa de que María va con José a Belén para el censo: probablemente los padres de María no estaban entusiasmados con el embarazo y el único refugio que tiene es José. Y, como ninguna mujer emprendería un viaje tan largo en vísperas del parto, se puede presumir que Jesús nació antes de tiempo, probablemente por la dureza del viaje, por el rechazo de la parentela en Belén (no querían a una pecadora en su casa), etc.
Todo esto debe ayudarnos a sentir a Dios y a María al lado nuestro, para que tengamos fuerza para seguir aguantando el dolor y sufrimiento.


También, con la ida a Egipto, Jesús debe haber sentido luego el desprecio de los otros por hablar mal el Arameo (idioma despreciado, aprendido de su madre) y nada de Hebreo (luego lo aprendió, porque en los Evangelios aparece tanto leyendo como escribiendo, así que debe haber ido a la escuela)… igual que tantos chicos indígenas que son despreciados cuando llegan a la escuela sin saber el castellano.


Hijo de madre viuda, habrá tenido que hacerse cargo de su madre muy joven…
Habrá tenido también sus crisis vocacionales en el proceso de búsqueda de la voluntad del Padre…


Jesús es el centro y la plenitud, el término. Por él y para él se ha hecho todo. Por eso ese gran deseo de conocer a Jesús, para conocer a Dios a través de él.
Nosotros no tenemos un compendio de verdades, o de cosas que hay que hacer… Muchas veces echamos fuera a los que no cumplen… Pero todo eso son tonteras. Gracias a Jesús podemos tener experiencia de Dios. Y es inútil darle a la gente principios morales, si no les damos a Jesús. 


Es como el agente de salud que enseña que tenemos que lavarnos las manos bajo la canilla, si la gente no tiene agua corriente. O como el fumador que debe dejar de fumar. Es inútil decírselo: sabe que le hace mal, lo siente. Lo que necesita es que le den la fuerza para hacerlo.


Lo mismo pasa con nuestra fe. La fuerza para poder vivir en cristiano es la experiencia de Jesús. Conocer la vida histórica de Jesús es importante, porque “Dios se hizo historia”. Debemos sentirlo compañero.


Pero lo importante también es que Jesús no sólo sufrió como nosotros, sino que venció todos los sufrimientos, que Resucitó. Siempre que el NT habla de la Cruz, habla de la Resurrección. Y siempre que habla de la Resurrección de Jesús, habla de su crucifixión. Son dos partes indisolubles de lo mismo. Y la resurrección de Jesús exige la resurrección del pueblo. Porque la resurrección de Jesús es para que resucite todo ser humano. Lastimosamente hablamos poco del Jesús resucitado.
Las ciencias crecen día a día: los conocimientos científicos se duplican cada 10 años. También las ciencias Bíblicas crecen al mismo tiempo. ¿Cuánto hace que no actualizamos nuestra Cristología? Jeremías dice: “los que deben enseñar a mi pueblo, no me conocen”. “Los profetas sólo dicen mentiras, a los sacerdotes sólo les interesa el dinero. Y todo eso le gusta a mi pueblo” (Jer.)
Necesitamos pedirle cada día a Jesús para conocerlo y amarlo más. Tenemos que ser como el enamorado que le interesa conocer y saber todo de aquel de quien está enamorado.


El Jesús al que rezamos es el resucitado.