Foro abierto sobre la corrupción

Autor: José L. Caravias, S.J.

 

No hay duda alguna de que el tema de la corrupción se ha puesto de moda. Mejor dicho, nos lo han puesto de moda. Y no es que estemos ahora peor que antes. Sino que la punta del iceberg comienza a sobresalir de manera ostensible.

La historia de la corrupción en este país es larga y profunda. Pero tan pesada, que ni siquiera se le veía la punta. Una obscura atmósfera dictatorial se encargaba de ocultar sistemáticamente todo lo que pudiera aparecer a la superficie.

Pero un poco de aires democráticos se están encargando de soplar la densa niebla y dejar al descubierto algo de la terrible y asquerosa realidad. Todavía medio drogados, con los ojos medio hinchados, vamos aprendiendo, a base de golpes, a distinguir los rasgos deformados del rostro terrible de la corrupción.

Nos estamos dando cuenta, como oleaje creciente, que el tema de la corrupción nos afecta a todos. Es veneno, que pulula en nuestra atmósfera, y que indefectiblemente entra en los pulmones de nuestro espíritu. Y nos enferma muy seriamente. Rebaja la calidad de nuestras vidas. Nos idiotiza. Destroza nuestras raíces culturales. Nos empobrece terriblemente, en todos los sentidos.

Empezamos a querer otear en el horizonte las posibilidades de poder vencer a este monstruo. Hasta ahora, la peste que despedía el vómito asqueroso de la corrupción hacía correr toda esperanza de dignidad. Paralizaba nuestros deseos Nos aislaba los unos de los otros. Nos volvía escépticos y derrotistas. Ahora, este pobre cuerpo esquelético que es el Paraguay, comienza a sacudir su largo letargo, a abrir sus ojos cansados, a gritar y a caminar. Y en la obscuridad de su corazón dolorido empiezan a penetrar esperanzadores rayos de luz.

La ciudadanía va tomando una actitud de foro abierto. Nos estamos dando cuenta de que todos tenemos vela en el entierro de la corrupción. Siempre nos han sembrado, violentamente, obscuro pesimismo. Pero cuantas más luces apaguen ellos, más luces hemos de prender nosotros. No podemos seguir viviendo pasivos frente a estas tinieblas malolientes. Es imprescindible el despertar y la participación ciudadana. Tenemos que declararnos en estado permanente de foro abierto, en el que todos nos ayudamos, los unos a los otros, a abrir los ojos y a animarnos. Nadie puede negar el aire que respira, pero sí puede purificarlo. Juntos sí podemos. No más corruptos pasivos; no más idiotas útiles. Hemos de llegar a crear una demanda constante de control ciudadano de la corrupción.

Lo primero es aclararnos qué es, cómo funciona y que efectos tiene la corrupción; los corruptos tienen mucho interés en que nunca nos aclaremos las ideas. Lo segundo es darnos cuenta de que la corrupción nos afecta a todos y que es posible combatirla; los corruptos insisten en volvernos pesimistas y pasivos. Si damos estos dos primeros pasos, podremos decir que hemos franqueado la puerta y estamos ya en plena lucha, creando espacios limpios de corrupción en los que reine la transparencia y la solidaridad. A partir de ellos, unidos, podremos crear redes de control y presión ciudadana.

La corrupción nos perjudica a toda la ciudadanía, y somos nosotros, los ciudadanos, los únicos capaces de enfrentarla de veras. Debemos buscar propuestas ciudadanas concretas. No se trata de volver a denuncias cansinas e ineficaces de casos de corrupción, de los que quizás ya estamos saturados, sino de aclararnos ideas y crear espacios y redes ciudadanas de solidaridad y control.

No nos quejemos de la oscuridad y el mal olor, si no somos capaces de encender luces y purificar el ambiente, creando alternativas nuevas...