¿Existen los demonios?

Autor: José L. Caravias, S.J.

    

 

No, pero sí.
Están de moda los “cultos satánicos”, las “posesiones diabólicas” y toda su secuela de miedos, complejos y suspicacias. A los jóvenes les atrae el riesgo del misterio desconocido. Especialmente a los jóvenes llenos de agujeros afectivos y rengueras educativas, en búsqueda desesperada de experiencias nuevas, radicalmente diferentes al mundo monocolor y aburrido de sus padres. 
Alarma que muchos de los jóvenes que toquetean los juegos morbosos del “satanismo” pertenecen a colegios religiosos. Este hecho es como un chirriante timbre rojo de alerta, que señala nuestra incompetencia para encauzar los actuales ímpetus juveniles. La fe que les transmitimos es tibia y desabrida; no les llena. Y se lanzan, a ojos cerrados, en búsqueda de nuevos tipos de experiencias “espirituales”. Pero sin rumbo; a la deriva. Sin ningún tipo de control. Al viento que mejor sople…
Pienso que su búsqueda en sí es laudable. Tienen razones para detestar el mundo materialista –sucio y aburrido– construido por sus progenitores. Pero como barcos a la deriva que son, sabiendo de dónde huyen, pero desconociendo su destino, se dejan arrastrar por corrientes marinas desconocidas, que les lanzan fácilmente contra peligrosos arrecifes.
Hay quienes fomentan la curiosidad de los jóvenes con juegos medio pícaros e intrigantes, que les une en íntimos círculos clandestinos. La curiosidad y el gusto de lo oculto les espolea y al mismo tiempo les amarra a esas experiencias. Y así, a galope acelerado, se van metiendo a fondo en esos enmarañados laberintos mágicos, de los que es muy difícil salir. Empezando con el simple juego de los lápices, correteando después por diversas ouijas, se puede acabar en “misas negras” con hechos de sangre.
Los primeros culpables somos nosotros, la sociedad de los “mayores”, que nos desgarramos las vestiduras ante esos “horrores”, pero sin darnos cuenta que nuestra vida aburrida y cansina les ha cerrado la puerta de la esperanza. Nosotros, los “apagavelas”, que sólo sabemos retar y extinguir todo nuevo color de vida distinto a nuestros tediosos cuadros grises. Somos culpables las iglesias tradicionales, tan cuadradas, tan moralistas, tan preocupadas por los abortos, pero sin respuesta ante los suicidios. Sabemos cómo traer hijos al mundo, pero no sabemos qué decirles cuando crecen. Nuestra mano es torpe para sembrar ideales; pero ágil para tronchar todo nuevo brote de vida. No les hemos sabido mostrar con nuestras vidas la experiencia de un Dios vivo, luz y fuerza de vida, pero nos asusta terriblemente que nuestros hijos digan que no creen en nuestro Dios y sí creen en Satanás. Quizás lo que buscan es un nuevo estilo de espiritualidad…
Gran parte de nuestros colegios cristianos no educan actitudes fundamentales de servicio, respeto y solidaridad. Los alumnos no salen con una experiencia viva de Dios. Salen vacíos de ideales. Y como los jóvenes necesitan espíritu e ideales, y ni sus padres ni sus colegios se los dan, ellos se los buscan por donde pueden.
Lo terrible es que así, a la deriva, caen en manos de gente sin conciencia, pero con muy buen marketing. Poderosas fuerzas obscuras saben entrar al mundo de los jóvenes con más acierto que muchos padres y colegios. Parece que una vez más los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz.
Pienso dolorosamente que detrás de todo el afer “satánico” se mueven intereses sucios de narcotraficantes y de politiqueros. Padres y colegios puede que seamos los primeros culpables, en sentido negativo; pero hay unos segundos culpables, en sentido directo, que fomentan y exacerban el movimiento “satánico”, con el fin de sacar plata y distraer atenciones. 
Es fácil echarle la culpa al “demonio”, un ente aéreo, impreciso e intocable, cuando los verdaderos culpables son personas de carne y hueso que medran a través del engaño. Sin duda salen beneficiados los vendedores de drogas y bebidas alcohólicas. Y los politiqueros consiguen distraer la atención de los problemas reales del país. En ese sentido resulta sospechosa la obsesión morbosa con que insiste en el tema el diario ABC Color. 
El demonio existe, pero no como y donde nos lo quieren hacer creer. No puede ser cierto que un demonio tome posesión de una pobre chica de doce años. Ninguno de los casos presentados en estos meses se puede considerar realmente como posesión diabólica. 
No se ha dado acá un solo caso “satánico” que no pueda ser explicado por la parasicología. Es muy grande el poder de nuestra mente, sobre todo asociada a sicosis colectivas. Desde la sicología profunda todo esto tiene una explicación. Y desde la religión cristiana sabemos que Jesús venció a Satanás, que es lo mismo que decir que venció al mal. No hay motivos para que siga corriendo este reguero de pólvora satánica, pólvora que sólo explota con el fulminante ignorancia-miedo.
No creo que Satanás ande por ahí suelto, haciendo de las suyas. Los que andan sueltos son unos cuantos sinvergüenzas atrevidos y muchos ignorantes asustados. 
El demonio se enmascara tras el demonio. El mal auténtico quiere que centremos nuestra atención en males fatuos, imposibles de atajar. Satanás es el símbolo de la maldad humana. Y satanismo es el triunfo engañoso e impune de la maldad. Mientras andemos angustiados y paralizados frente a “Satanás”, el verdadero Satán se nos mete impunemente por todos los poros de nuestra sociedad. 
Satanismo es que miles de niños jueguen entre las aguas de las cloacas en nuestros bañados, y nadie mueva un dedo para solucionarlo. Satanismo es que unos pocos superricos se puedan robar el ahorro de los pobres, y no se encuentre luego forma de devolver el dinero robado. Satanismo es que se mate a un soldado a patadas y entreguen el ataúd a sus padres con la prohibición de abrirlo. Satanismo es que se defienda que la propiedad no tiene ninguna función social que cumplir. Satanismo es que se apalee a campesinos que reclaman un pedazo de tierra para vivir y se consideren en cambio intocables multitud de tierras malhabidas y malcultivadas. El verdadero satanismo es el culto idolátrico al poder y al dinero. ¡Y la podredumbre de la corrupción es su fruto! Esos cultos satánicos sí que acaban en verdaderas orgías… ¡Este es el mal personificado! ¡Y contra él es contra el que hay que luchar, y en esa lucha está presente activamente el Dios de Jesús!