¿En que Dios creo?

Autor: José L. Caravias, S.J.

     

              


La palabra "Dios" creo que es la más ambigua que existe. Al decir "Dios" podemos creer cosas muy distintas y contradictorias. Por eso no basta con afirmar que se cree en Dios, o que se espera en él, o que se le reza con frecuencia. Ni tampoco coinciden en sus ideas los que rechazan la fe en Dios. Por eso es interesante el preguntarnos con sinceridad en qué Dios creemos y en qué Dios no creemos. 
Para comenzar esta serie de reflexiones de "Teología Hoy" quiero sincerarme una vez más exponiendo en público mi credo. Es el mío, el que yo siento, sin menospreciar el de ningún otro.


Yo creo en un Dios siempre enteramente bueno (“ore Taita juky ete asy”), que nos quiere a todos por igual y que lo ha hecho todo para todos sus hijos. Pero no creo en esos dioses “argeles” que premian a los buenos y castigan a los malos, que siempre tienen el palo alzado, que mandan desgracias para probarnos, que benefician más a unos que a otros, que hacen ricos a los ricos y pobres a los pobres…


Creo en el Dios que está presente y activo en todo lugar donde se busca y se realiza la justicia, la verdad y el amor verdadero. No creo, en cambio, en dioses que favorecen y blanquean injusticias, hipocresías, desprecios y odios. No creo en el dios del dinero acumulado y del poder opresor.


Creo en el Dios que siempre respeta la dignidad y la libertad humana. Ofrece sus dones a todos, pero a nadie se los impone. Y ha puesto la marcha de la historia en nuestras manos. Pero no creo en dioses que lo tienen todo fijamente previsto y predeterminado o que favorecen a sus devotos con milagritos que evitan el compromiso responsable de construir comunitariamente un mundo justo.


Creo en el Dios que ha creado un universo maravilloso, capaz de desarrollarse autónoma y evolutivamente, según las propias leyes que él mismo le dio al ponerlo en marcha. Pero no creo en ese dios que tiene que estar dando permiso cada momento para que llueva o no llueva, para que alguien se enferme o se cure; que permite que alguien muera atropellado por un vehículo, pero salva caprichosamente a quien él quiere…


Creo que Dios es misterio, al que se va conociendo poco a poco cada vez más de cerca, pero al que nunca podremos comprender del todo durante esta vida. Creo en el Dios que es enteramente libre, al que jamás se le puede encasillar ni encerrar en ideologías, guetos o santuarios. Nadie es dueño de él, ni él se deja manejar por nadie.


Creo en el Dios que históricamente se encarnó en Jesús, a través de María, mostrando así su radical solidaridad con los seres humanos. Se hizo en todo semejante a nosotros, compartiendo nuestros dolores y nuestras esperanzas. En Jesús nos dejó Dios una imagen viva de su amor solidario y respetuoso para con todos, pero especialmente para con los despreciados y empobrecidos.


Creo en Jesús, que es Dios y es hombre, imagen visible del Padre, nuestro único y auténtico Salvador, luz y fuerza de Dios. El es Señor del Universo y hacia él corre la Historia.


Creo que Jesús no sólo perdona nuestros pecados, sino que además nos posibilita crecer cada vez más en humanidad y conocer cada vez más de cerca al Padre; nos convierte en hijos legítimos de Dios, constructores y herederos de su Reino.
Creo que Jesús está hoy presente en todo ser humano, pero especialmente en los que sufren desprecio, marginación o cualquier tipo de miseria. Cuanto más y mejor ayudamos a los hermanos a crecer en humanidad más cerca estamos de Jesús y su Reino.


No creo en esas imágenes de un Jesús dulzón y afeminado, lujosamente ataviado, al que se le puede comprar su ayuda con prácticas piadosas. 


Creo en el Espíritu Santo como sabiduría y fuerza transformadora del amor del Padre y del Hijo.


Creo en las Iglesias donde se vive comunitariamente el perdón y la fraternidad de Jesús.


Creo en los sacramentos como signos visibles de la presencia consoladora y fortificante de Jesús.


Creo en las inmensas posibilidades de desarrollo de todo ser humano; creo en las capacidades de la inteligencia y el amor humanos; creo en la potencialidad del pueblo consciente y organizado; creo en el proceso de dignificación de la mujer; creo en la presencia de Dios en toda cultura humana, en la belleza, en el arte, en la expansión del universo… Todo ello es imagen creciente de Dios.


Creo en la amistad; amistades complementarias, multiplicadoras, fieles, sacrificadas, profundas y sinceras. Creo que en la amistad vive Dios… Creo en Dios amigo, siempre fiel, respetuoso y dispuesto a dar una mano.


Creo en la lucha contra todo dolor humano y al mismo tiempo creo que el dolor asumido humaniza, sensibiliza ante el dolor ajeno y acerca a Dios. 


Creo que la muerte no es sino el paso a la plenitud de la vida, en la que, como regalo de Dios, podremos desarrollar todas nuestras potencialidades, conoceremos a Dios tal cual es y construiremos una perfecta fraternidad.