Ateos en búsqueda

Autor: José L. Caravias, S.J.

    

 

Me atraen los ateos "honrados", esas personas que confiesan que no creen en Dios, pero se mantienen limpias en su trabajo y en su familia, y aun mantienen un serio compromiso por los pobres.


Francamente, hay personas así; y me gusta su amistad. Veo en ellas una actitud sincera y consecuente. Pero quizás mi actitud de simpatía se apoye también en un cierto complejo de culpa. Detrás de una actitud sincera de ateísmo normalmente se esconde en ellos un cúmulo de experiencias religiosas alienantes y escándalos ante ciertas personas "religiosas".


No me refiero a los que se confiesan ateos para justificar un comportamiento egoísta y abusivo. Ellos sí que son realmente ateos, pues lo que buscan es vivir su egoísmo sin remordimientos.


Tampoco me refiero a los idólatras, que son muchas de las personas que quieren aparentar "religiosidad". Se trata de los que usan la idea de Dios para justificar comportamientos cerrados, egoístas, orgullosos y abusivos. Son los que pretenden usar a un dios donde apoyar sus vulgaridades e injusticias. Tienen con frecuencia en sus labios el nombre de Dios, pero se trata de un dios inventado por ellos mismos: hacen decir y querer a dios lo que Dios nunca dice ni quiere.


Hoy me refiero a los que por falta de formación o/y por malas experiencias religiosas rechazan ese cúmulo de enfoques alienantes sobre la divinidad que encuentran a su alrededor, y que quizás se le quiso forzar a aceptar. Ellos rechazan enfoques sobre Dios, que ciertamente no son aceptables. En eso coincidimos. Yo también me siento rebeldemente ateo frente a muchas imágenes necias sobre Dios. 


Las terribles rebeldías de Job eran en contra de la presentación ideologizada e irreal sobre Dios que le querían imponer sus "amigos". Él "putea" con rabia contra el dios de sus amigos, pero al mismo tiempo lo busca con una sinceridad radical, y en esta diatriba, descarnadamente sincera, se encuentra consigo mismo y con los pobres, y ahí, dentro de su rebeldía, encuentra un nuevo rostro de Dios.
Un pensador moderno que encarna esta búsqueda sincera y rebelde de Dios es Miguel de Unamuno. Como plastificación literaria quisiera compartir con mis lectores una de sus poesías:


¿Por qué, Señor, no te nos muestras
sin velos, sin engaños?
¿Por qué, Señor, nos dejas en la duda,
duda de muerte?
¿Por qué te escondes?
¿Por qué encendiste en nuestro pecho el ansia
de conocerte,
el ansia de que existas,
para velarte así a nuestras miradas?
¿Dónde estás, mi Señor; acaso existes?
¿Eres tú creación de mi congoja,
o lo soy tuya?…
¿Por qué hiciste la vida?
¿Qué significa todo, qué sentido
tienen los seres?…
Señor, ¿por qué no existes?
¿Dónde te escondes?
Te buscamos y te hurtas,
te llamamos y callas,
te queremos y tú, Señor, no quieres
decir: ¡vedme, mis hijos!
Una señal, Señor, una tan solo,
una que acabe
con todos los ateos de la tierra;
una que dé sentido
a esta sombría vida que arrastramos.
¿Qué hay más allá, Señor, de nuestra vida?
Si tú, Señor, existes,
¡di por qué y para qué, di tu sentido!
¡Di por qué todo!
¿No pudo bien no haber habido nada,
ni tú, ni mundo?
Di el por qué del por qué, ¡Dios de silencio!…
¿Tú, Señor, nos hiciste
para que a ti te hagamos,
o es que te hacemos para que tú nos hagas?
¿Dónde está el suelo firme, dónde?
¿Dónde la roca de la vida, dónde?
¿Dónde está lo absoluto?
¡Lo absoluto, lo suelto, lo sin traba
no ha de entrabarse
ni al corazón ni a la cabeza nuestra!
Pero… ¿es que existe?
¿Dónde hallaré sosiego?
¿Dónde descanso?…
¡Oh tú, a quien negamos afirmando
y negando afirmamos,
dinos si eres!
¡Quiero verte, Señor, y morir luego,
morir del todo;
pero verte, Señor, verte la cara,
saber que eres!
¡Saber que vives!
¡Mírame con tus ojos,
ojos que abrasan;
mírame y que te vea!
¡que te vea, Señor, y morir luego!…
¡Dinos "yo soy" para que en paz muramos,
no en soledad terrible,
sino en tus brazos!
¡Pero dinos que eres,
sácanos de la duda que mata el alma!…
¡Mira, Señor, que va a rayar el alba
y estoy cansado de luchar contigo
como Jacob lo estuvo!
¡Dime tu nombre!
¡Tu nombre, que es tu esencia!
¡Dame consuelo! ¡Dime que eres!…


Miguel de Unamuno