Ateos o creyentes

Autor: José L. Caravias, S.J.

    

 

No, creo que ésa no es norma de división de la gente. 


El controvertido obispo del Matto Grosso, Pedro Casaldáliga, profeta poeta, dice en una de sus composiciones:
"Donde tú dices paz, justicia, 
amor
¡yo digo Dios!
Donde tú dices Dios,
¡yo digo libertad, justicia, 
amor!"


Su austera figura, su heroico compromiso entre los indígenas, su verso limpio e incisivo, desmienten aquello de que la fe en Dios es alienante. Y confirma la moderna versión de que la idolatría es el auténtico opio del pueblo y, sobre todo, de los poderosos.


Todos los dioses son invención humana para justificar egoísmos, elitismos y todo tipo de desprecios y explotaciones. Pero Dios, el único Dios, llámese como se llame, se manifiesta y actúa sólo donde vive el amor, enmarcado en verdad, justicia y libertad. Dios es único, trascendente, y nadie lo puede manipular a su antojo. Todo intento de manipulación de la divinidad está huero, vacío, podrido; no es nada, no sirve para nada bueno. Sólo donde hay amor verdadero está presentemente activo el Dios verdadero. 


Muchos dicen creer en Dios, ¿pero en qué Dios realmente creen?


Otros afirman no creer en Dios, pero ¿en qué Dios no creen?


Yo pienso que el mundo se divide entre los que buscan con corazón sincero a Dios, un Dios activamente presente en la historia humana, y los que se inventan y manipulan imágenes minimizadas de diosesillos, fabricados a la medida de sus egoísmos y sus vulgaridades. 


Una de las primeras formas de buscar a Dios es justamente la identificación y negación de sus falsas imágenes. Por eso quizás me atraen los ateos consecuentes; y los que protestan con rabia sincera en contra de esos dioses fantoches que asquerosamente ostentan tantos "creyentes". Ellos, en su sinceridad, es muy posible que no estén lejos del Dios de la verdad. 
El poeta español Gerardo Diego explaya así este sentimiento:
"Si acaso no te saben o te dudan
o te blasfeman, límpiales piadoso
como a ti la Verónica, su frente,
descórreles las densas cataratas de sus ojos,
que te vean, Señor, y te conozcan;
espéjate en su río subterráneo,
dibújate en su alma
sin quitarles la santa libertad
de ser uno por uno tan suyos, tan distintos…"


"Espéjate en su río subterráneo". Me agrada sobremanera esta petición. El creyente verdadero sabe detectar la presencia activa de Dios en las íntimas profundidades de los que rechazan testimonios alienantes de Dios.


Toda imagen de Dios presentada como enemiga o contrapuesta al desarrollo y la felicidad del ser humano no es sino un fantasma. El ser humano es reflejo de Dios, en desarrollo continuo hacia él. Por eso, sólo a través de los humanos y su historia es posible caminar hacia Dios. Todo lo noble, lo digno, lo bello, lo fraterno, lo justo, lo verdadero de los seres humanos es señal viviente de la presencia de Dios. En todo adelanto verdaderamente humano está latente la creatividad divina. Todo amor proviene de Dios. 


Es importante ser consciente de la presencia activa Dios. Pero lo más importante es que le dejemos actuar en nosotros, aunque con frecuencia no seamos conscientes de ello.


Pienso que a Dios no le importa demasiado cómo le llamemos, o cómo lo imaginemos. Ni siquiera a qué religión pertenezcamos, en qué época vivamos o cuál sea nuestra cultura. En la medida en que seamos más humanos y fraternos, más realizados y felices, él estará más satisfecho. "La gloria del hombre es la gloria de Dios", dijo San Ireneo, ya al comienzo del cristianismo. Y en el Concilio Vaticano II se afirma que en todas las culturas de todos los tiempos están presentes las semillas del Verbo, germinando y desarrollándose en su caminar hacia Dios. 


A Dios no se le encuentra a través de ritos o moralismos cerrados; menos aún con fanatismos sectarios u orgullosos egoísmos. A Dios se le encuentra amando, amando de veras, sirviendo a los demás, luchando por un justo desarrollo para todos. Donde hay verdad, justicia, libertad, amor, ahí vive Dios. Falsedades, opresión, esclavitud y egoísmo son vehículos que alejan de él, por más que vayan pintados de colores religiosos.


No me digas que rezas mucho o que vas mucho a la iglesia. No me basta. Déjame ver cómo tratas a los pobres, a tus subalternos, a tus compañeros de trabajo, a tus hijos, a tu pareja, y podré darme cuenta si Dios está vivo en ti. Si, además, eres consciente de ello y sabes cultivar tu fe a la altura de tu cultura, entonces mejor que mejor...